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VOL. 69 (4),  LIEBIG: UN HITO EN LA AGRONOMÍA DEL SIGLO XIX

        Definió el papel plástico y energético de los alimentos, la influencia
de las sales en la nutrición, la composición de las sustancias nitrogenadas de
la economía animal y los efectos de los regímenes alimentarios.

        Afirmó la interrelación de los procesos de la naturaleza, anticipando
la 1ª Ley de la Ecología.

        Y en fin, les ruego me disculpen si termino con una apostilla y una
digresión.

        Es cierto que la fertilización mineral impulsada por Liebig está siendo
objeto hoy día de furibundos ataques por los ecologistas. Se la hace
responsable del deterioro e, incluso de la esterilización de algunos suelos y de
profundas modificaciones de la composición de los alimentos, que pueden
afectar a la salud humana. Sin embargo es evidente que ella, en unión de las
aplicaciones de la genética y de las mejoras de cultivo (riego, mecanización
de las labores, plaguicidas y herbicidas) seguirá constituyendo uno de los tres
pilares fundamentales sobre los que se asienta el aumento de los rendimientos

de las cosechas vegetales y animales, que permiten combatir las hambrunas y
atender a las crecientes necesidades de alimentos de la población mundial,
sobre todo en el mundo en vías de desarrollo. Su enorme utilidad lo
demuestra el incesante aumento del consumo mundial de fertilizantes
nitrogenados (véanse los anuarios estadísticos de la FAO), pese a que en
algunas casos se esté cumpliendo la ley de los rendimientos decrecientes. Y
así ocurre que en los últimos treinta años se ha duplicado el volumen total de
fertilizantes químicos y de la dificultad que tienen para eliminarlos
totalmente en la práctica algunos de los defensores de las opciones a la
agricultura tradicional que se difunden con los nombres de agricultura
biológica, biodinámica, ecológica, de conservación, sostenible, etc.

        Liebig, en fin, como algunos otros sobresalientes científicos de su
época, no se dejó arrastrar por el positivismo comtiano... “En efecto, el
Creador, en su infinita bondad, – decía– ha previsto con más grande
sabiduría; y esa mano Todopoderosa ha inscrito los preceptos que el hombre
debe seguir en el gran libro de la Naturaleza” y seguía Liebig “Además le

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