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VOL. 69 (4), LIEBIG: UN HITO EN LA AGRONOMÍA DEL SIGLO XIX
Era tal su autoridad en la Química de aquel tiempo que estos
pronunciamientos teóricos fueron generalmente aceptados sin revisión por
otros científicos. Guggenheim (1981) destaca el sorprendente hecho de que
Liebig nunca llegó a realizar experimentos de fisiología o estudios sobre el
balance del nitrógeno en seres humanos o animales. Es sabido que
despreciaba a los fisiólogos creyéndoles incapaces de comentar sus cálculos
teóricos a menos que alcanzasen su nivel de conocimientos. Pese a ello, en
1850, el fisiólogo Adolf Flick y el químico Johannes Wislecemus – como
antes Lawes y Gilbert con el abono patentado–, desafiaron los
pronunciamientos dogmáticos de Liebig acerca del papel de las proteínas en
el ejercicio. Con simples experimentos midiendo los cambios en el nitrógeno
urinario durante una ascensión a la montaña demostraron que la degradación
de la proteína no podía hacer aportado toda la energía consumida en el
ascenso. Sin embargo, sus nociones de las proteínas como un combustible
primario del ejercicio muscular se abrió paso en escritos populares dando
pábulo a la idea de que los atletas requieren una mayor proporción de
proteína, idea mantenida de forma general hasta bien entrado el pasado siglo
y que alguna vez reverdece.
El sino de las prácticas agrarias ha sido siempre ir muy a la zaga de
los avances científicos que podían afectarlas directamente, como los
derivados de los que se iban alcanzando sobre la forma en que se nutrían –
crecían y desarrollaban– los vegetales y animales. Esto fue particularmente
cierto en nuestro país. De hecho, pronto se tuvo noticia de los adelantos de
Liebig a través de traducciones directos del inglés o, lo más común, del
francés (Villar y Macías 1845; Torres Muñoz, 1853) y de publicaciones
propias, como la de Casares Rodríguez (1848) o la de Llorente (1892), sin
embargo, apenas se reflejaron en la práctica agrícola común.
Paradigmático, es el inicial rechazo a principios del siglo pasado, –
según escribe José Cascon (1930) uno de los más sobresalientes ingenieros
agrónomos españoles de principios del siglo XX – a los intentos de los
vendedores que trataban de introducir abonos minerales y el arado de
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