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G. GONZÁLEZ ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.
tiempo entre la escuela alemana de los “alcalinistes” acaudillada por Liebig y
la francesa de los “azotistes” defendida por Boussingault.
Finalmente afirmó que el nitrógeno se absorbe como amoníaco y este
puede provenir del suelo, del abono añadido o del aire. Para que un suelo
pueda mantenerse fértil es necesario y suficiente restituir bajo la forma de
abono los constituyentes minerales y el nitrógeno que le han sido extraídos.
Cuando se ha realizado un número suficiente de análisis de cosechas es
posible entonces elaborar unas tablas que muestren al agricultor con precisión
lo que tiene que añadir en cada caso particular. Siguiendo estas directrices
elaboró y colocó en el mercado un abono artificial conocido como “abono
patentado de Liebig”. Además su descubrimiento de que el tratamiento de
los huesos con ácido sulfúrico incrementaba grandemente su valor fertilizante
condujo al desarrollo de los superfosfatos por Lawes y Gilbert; y a Knop a
desarrollar un abono (líquido de Knop) según su método de preparación de
superfosfatos, líquido que aún se utiliza hoy día. Prácticamente sentó las
bases de la industria de los fertilizantes químicos y de sus múltiples
desarrollos, como los analizados por Segundo Jiménez en 1992.
Liebig dio una explicación racional al aumento de la fertilidad que
provoca la práctica del barbecho. Frente a la extendida idea de que
solamente servía para acumular el agua de lluvia en el suelo durante el año o
más sin sembrar para ser aprovechada por la cosecha en que se siembra.
Sostenía que el trabajo mecánico que supone al poner en contacto con el aire
nuevas capas de tierra desmenuzada acelera la descomposición de la materia
orgánica por acción del oxígeno liberando anhídrido carbónico que, en
contacto con el agua, solubiliza nuevos elementos minerales.
Asimismo justificaba la alternancia de cosechas (rotaciones) por el
hecho de sus diferentes necesidades de elementos minerales, siendo siempre
la base del cultivo racional la restitución de la totalidad de las materias
minerales exportadas (Principio o Ley de la restitución).
Liebig, ciertamente, aunque un gran teórico, no podía intuir entonces
la enorme complejidad de los procesos implicados en la absorción de los
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