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G. GONZÁLEZ ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.
Al lado de esto, los filósofos griegos, sobre todo Aristóteles,
comienzan a aplicar la lógica formal a la explicación de los referidos
fenómenos y este conocimiento más o menos informado por la citada
experiencia, el mito, la magia y las supersticiones, persiste durante muchos
años, llevando a la etapa empírica de los saberes agrarios. Se formulaban
teorías sobre el crecimiento de las plantas y los animales, basadas en la
experiencia, cuando no en ensayos cuya interpretación se falseaba por la
falta, de un conocimiento profundo de los fenómenos. Dentro de esta etapa,
dos fueron en líneas generales los antecedentes a las aportaciones de Liebig:
la búsqueda del llamado “principio o fundamento de vegetación”, y las
indagaciones en torno a “los nutrientes de las plantas”. (Russell, 1968).
2.1 LA BÚSQUEDA DEL PRINCIPIO DE VEGETACIÓN. EL AGUA Y
LA TEORÍA DEL HUMUS
Ya a mediados del siglo XVI empezó a cundir la preocupación por
hallar el “fundamento o principio de vegetación” como causa de la fertilidad
del suelo, atribuyéndola de modo único o simultáneo al agua, a la materia
orgánica, y a principios minerales, cuando no al aire... la temprana
observación de que las deyecciones animales, los vegetales y cuerpos
animales y otros residuos orgánicos descompuestos aumentaban la fertilidad
del suelo, tardó mucho en tenerse en cuenta, por los estudios de dicho siglo e
incluso posteriores. Francis Bacon (1561-1626) creía que el agua constituía el
principal alimento de las plantas, siendo función del suelo mantenerlas
enhiestas y protegerlas de los excesos de calor o frío, aunque afirmaba,
asimismo, que cada planta extraía del suelo, además de agua, un jugo
particular para su crecimiento empobreciéndolo para la misma. Van Helmont
en 1652, basándose en el resultado –mal interpretado– de experimentos en
tiestos con plantas de sauce afirmó también que el agua era el único alimento
de las plantas, desestimando el papel desempeñado por la atmósfera y por las
pequeñas cantidades de suelo que notó faltaban al pesar los tiestos utilizados
en sus ensayos. De nuevo, Robert Boyle en 1661 se afianzaba en el papel
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