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G. GONZÁLEZ ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.
es decir, una selección de conocimientos aportados por numerosas ciencias
fundamentales o básicas (véanse los planes de estudio de las Escuelas
técnicas medias y superiores de ingenieros técnicos y agrónomos desde su
fundación) que, eso sí, con una metodología propia, – por ejemplo, los
experimentos en campo abierto diseñados por Boussingaulth–, se traduce en
muy diversas técnicas agrarias. Es, a este nivel práctico, cuando el técnico y
el práctico se ven obligado a realizar una síntesis de saberes.
Sin embargo, los intentos de individualizar la agronomía como
ciencia vienen ya de antiguo, se han basado en reafirmar la singularidad del
“hecho agrario”. Aún hoy día en el reciente informe sobre “La investigación
Agraria en España” (Lostao 2003), se insiste machaconamente en este hecho
diferencial aunque no deja de reconocerse que, en esencia, la agronomía no
es más que una síntesis de ciencias. Pues ni siquiera considerando su papel
vital de producir alimentos –también la pesca y la caza lo suministran e
incluso la química y la bioquímica (fermentaciones)– se puede justificar
como una ciencia más, aunque si se individualice la investigación
agronómica en razón de los fines y los medios. Ciertamente los
conocimientos básicos: matemáticas, física, química, biología, economía, etc.
se aplican a la agricultura como a otras muchas tecnologías.
Esta disquisición no es baladí, como a primera vista pudiera parecer,
pues la “individualización” de la agronomía y consiguiente aislamiento del
avance del conocimiento científico, fue en gran medida responsable del
atraso de la agricultura durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX.
Efectivamente, en términos generales la actividad agraria no constituyó una
tecnología avanzada hasta que el interés de los científicos, principalmente
químicos y biólogos, se centró en hallar una explicación de los fenómenos
responsables de la misma, y confluyó con los saberes prácticos adquiridos a
lo largo de milenios liberándolos de mitos, magia y supersticiones. Y fueron
precisamente Justus von Liebig, el primero en autodenominarse químico,
máximo exponente de la agronomía en el siglo XIX, aplicando la química a
los problemas de la fisiología y nutrición vegetal y animal; y Gregor Mendel,
fraile benedictino dedicado a la biología vegetal, asentando las bases
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