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C. ALONSO BEDATE  ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.

de su autoorganización?. ¿No sería más congruente asimilar la constitu-
ción con un momento biológico en el que el sistema ha adquirido estabili-
dad y ha completado esencialmente la auto-organización y ha adquirido
robustez de tal forma que los factores inestables no pueden abortar el sis-
tema?. En términos negativos: ¿No sería mas congruente con la dignidad
de la persona no identificar la dignidad con una etapa tan inestable como

la etapa temprana del desarrollo donde se eliminan de forma natural casi el

80% de los zigotos que empiezan el desarrollo. Zubiri define la realidad

como un campo estructurado o una estructura clausurada de elementos o

notas y que solamente cuando esa estructura es coherente el campo alcan-

za la suficiencia constitucional y, por tanto, la sustantividad. Puesto que

para Zubiri si no hay suficiencia constitucional no hay realidad, aquello
que no tiene suficiencia constitucional no podría ser sujeto de derechos
propios ni objeto de obligaciones ajenas. El zigoto tiene suficiencia consti-

tucional para ser zigoto pero no se puede excluir el interrogante de que de
ello se deduzca sin ambigüedad que también tenga suficiencia constitucio-
nal para ser el término, sujeto de valor inalienable que sí sabemos es la
persona.

      Dejo a los bioéticos, a los filósofos y a los teólogos sacar las conse-
cuencias finales de este cambio. Me atrevo a aventurar que a menos que

hagamos las transposiciones necesarias nos veremos envueltos en una dis-
cusión sin fin y estéril en gran parte porque discutimos sobre paradigmas
que no estamos dispuestos a someterlos sin presupuestos previos a la
prueba de la deliberación. La toma de posturas puramente emocionales y
las descalificaciones, por grandes que sean las consecuencias de los cam-
bios, ocasionarán a la larga profundo daño. Por otro lado, si lo hacemos de
una forma responsable no dudo que se haría gran servicio a los niños, a los
hombres y mujeres de este mundo, a la sociedad y porqué no decirlo a la
Iglesia que tiene que contribuir a iluminar rutas de pensamiento antes de

que los retos se hagan presentes y que ante ellos estemos sumidos en la

oscuridad.

        En sociedades sin apenas cambios los retos éticos son mínimos. El
comportamiento está fijado. En una sociedad en cambio frenético, como es
la actual, el reto ético es permanente además de apremiante pues las res-
puestas dadas con anterioridad no valen pues los datos son nuevos. Ade-

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