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FERNANDO ANTOÑANZAS ANAL. REAL ACAD. FARM.
dependiendo de la medición de los efectos sobre la salud, ya que los
costes derivados de la utilización de recursos sanitarios se calculan
siempre en unidades monetarias. Así, la evaluación económica ha
adoptado cuatro formas, que son: el análisis de minimización de costes
que no mide los efectos sobre la salud a suponer que son idénticos en
todas las opciones objeto de estudio; el análisis coste/efectividad que
mide los efectos sobre la salud en términos de unidades físicas sencillas
(años de vida ganados, muertes evitadas, casos de una cierta enfermedad
evitados, efectos adversos evitados, etc.) estableciendo la relación por
cociente con los costes de los recursos empleados; el análisis
coste/utilidad que constituye una sofisticación del análisis
coste/efectividad al medir los componentes de la calidad de vida
asociados a los efectos físicos de vida ganado ajustado por calidad; y el
análisis coste/beneficio que valora también en unidades monetarias los
efectos sobre la salud. Estas formas de evaluación económica son las más
tradicionales; actualmente se suelen emplear varios indicadores para
abordar desde diferentes perspectivas los resultados sobre la salud.
También se pueden introducir otros criterios que califiquen los tipos de
análisis dependiendo de diversas características como, por ejemplo, de la
disponibilidad de datos de efectividad a partir de un estudio de cohortes o
demográfico o de la aplicación de la tecnología sanitaria en un contexto
particular o bien en otro más general, etc. En definitiva, los tipos de
análisis no constituyen un asunto cerrado sino que admiten varias
clasificaciones.
La evaluación económica conjuga o reúne un conjunto de datos
referidos a las tecnologías sanitarias –medicamentos, por ejemplo-,
elabora un modelo o patrón de las relaciones entre los efectos sobre la
salud y los recursos sanitarios y no sanitarios, y concluye con un resultado
en términos de los costes por efecto sanitario logrado. Esta síntesis de
información sólo es viable de acometer con garantías de calidad cuando
se posee información suficiente de los diferentes elementos que la
integran. Así pues, sólo cuando al menos se ha dispuesto de datos de la
eficacia de los medicamentos, cosa que no fue posible obtener con
precisión hasta la década de los sesenta cuando se estandarizó y reguló la
realización de ensayos clínicos, y, mejor aún, de su efectividad -de su
empleo en el mundo real y no en los ensayos clínicos donde hay más
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