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VOL. 66, (2) 2000 SESIÓN NECROLÓGICA
VIDAS PARALELAS
La biografía es un estilo literario que vino a completar las artes
figurativas, la escultura de influencia griega y la pintura típicamente
romana. La biografía puede llevarse a cabo de dos formas distintas: una,
más fría, superficial y ligera, que se limita a narrar los actos y
acontecimientos destacados de la vida del biografiado y otra, más
profunda y palpitante, que analiza y expone los rasgos de su psicología,
de su carácter. La exposición biográfica que acabáis de escuchar responde
al primero de los tipos indicados. Está recogida directamente de la
expresión oral del interesado, en el transcurso de medio siglo de
convivencia y amistad, no por el mero repaso del lenguaje frío de su hoja
de servicios; pero, a pesar de todo, no alcanza la profundidad y garbo de
un estudio psicológico. Incapaz de penetrar en su alma y de definir su
carácter de forma responsable, me ha venido a la memoria la obra de
Plutarco, ya utilizada por mí en alguna otra ocasión, que lleva por título
“Vidas Paralelas”. El arconte de Queronea ponía en parangón dos
personajes, indicaba los rasgos de su modo de ser que consideraba
comunes y mostraba aquello en que coincidían o diferían.
Al hilo de esa idea, mi propósito en esta noche consiste en unas
breves reflexiones sobre las coincidencias y discrepancias de nuestros
mutuos caracteres. Conocí al comandante Arturo Mosqueira en los
primeros días del año 1952. Yo comenzaba, como alumno, el curso de
especialización en síntesis química e industria farmacéutica en el Instituto
Farmacéutico del Ejército y él era mi profesor. Recuerdo con nostalgia mi
primer trabajo del curso: la síntesis del cloruro de vencí-cetil-trimetil
amonio, un detergente catioactivo, que exigía, como paso previo, la
síntesis de la dimetil amina y de la trimetil amina que son las aminas que
se producen cuando se descomponen los mariscos; aquel trabajo llevó
anejo mi renuncia a comer mariscos durante muchos años y su solo olor,
cuando pasaba por una freiduría de calamares, me levantaba el estómago.
Después de varios días de trabajo, obtuve las olorosas aminas y las guardé
cuidadosamente en el frigorífico para continuar la síntesis al día siguiente;
pero, torpe de mí, no dejé indicación alguna y alguien debió de pensar,
por el olor, que aquello estaba estropeado y lo tiró. Me gané así la primera
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