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VOL. 66, (2) 2000 SESIÓN NECROLÓGICA
LA MUERTE NO ES EL FINAL
En la Academia General Militar de Zaragoza tiene lugar cada año
una ceremonia singular, de tal emoción que en muchos momentos se hace
un nudo en la garganta, se nubla la vista, y un escalofrío recorre todo el
cuerpo; el acto consta de dos partes: la jura de Bandera y el homenaje a
los muertos; dos ritos de la vida militar, de su orto y su ocaso, de su alfa y
omega. Os invito a que me acompañéis con la imaginación de una de esas
ceremonias simbólicas, esta vez en honor del general Mosqueira. La jura
de Bandera es como un rito de iniciación mediante el cual se accede a
soldado del Ejército español. Al besar con unción la Bandera que bordara
una reina, se ofrece la propia vida y se promete bajo juramento, entre
otros extremos, respetar y obedecer siempre a nuestros jefes y no
abandonarlos nunca. Esa es, por encima de cualquier otra consideración,
incluso por encima de la amistad, la razón de que no esté hoy aquí. A esos
mocetones que permanecen firmes en la formación y que cantan el himno
de la Academia, “Siempre que ondea al viento la Bandera, rojo y oro bajo
el sol, mi corazón siento latir, con orgullo de español”, a esos mocetones
– digo – no les espera una vida fácil, estarán sometidos a un rígido código
de conducta, a una severa disciplina, no digo mal pagados porque lo
prohíben las ordenanzas, temiendo más que deseando el ascenso que, a
veces, lleva consigo un traslado familiar sin que la nómina apenas lo note,
de servicio permanente las veinticuatro horas del día de todos los días de
su vida profesional, incomprendidos unas veces, ignorados otras,
amenazados y en ocasiones denostados. Están allí “siempre voluntarios
para ocupar los destinos de mayor riesgo y fatiga” (Decálogo del cadete);
para sustituir, si es preciso a las bajas en combate o para caer ellos
mismos. Acaso alguna de sus “Conchitas Martín” tendrán algún día que
decir: “estamos atribulados pero no angustiados; nos abaten, pero no
perecemos; nos derriban, pero no nos aniquilan...” (San Pablo, Corintios
II). Impresionante nuestra resignación y entereza de la familia militar.
¡WY luego dicen que el pescado es caro”!. (Título de un cuadro de
Sorolla que representa las penalidades de la vida en el mar). En esas filas
estuvo el general Mosqueira para besar la Bandera y prestar juramento; en
esas filas tuve yo el honor de formar; allí estuvieron también nuestro
hijos, su hijo Arturo, hoy coronel de infantería diplomado en Estado
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