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VOL. 66, (1) 2000  NECROLOGÍA

amónico sin pasar por ácido sulfúrico, etc, etc., son una pequeña muestra
del amplio repertorio temático que allí se trató.

           En muy poco tiempo se puso a disposición del INI un abanico
de opciones tecnológicas, protegidas por patentes, con las que aquel
equipo, con él a la cabeza, apareció en el concierto internacional del
sector, donde sus opiniones fueron valoradas y respetadas.

        En 1963 se hizo un primer intento para industrializar los nuevos
procesos, proponiendo instalar una planta de un millón de toneladas año
de sulfúrico, con recuperación de metales no férreos y nobles. Pero el
proyecto fue denegado, aunque el estudio económico era atractivo.

        A pesar de la negativa, su idiosincrasia no dio paso al desánimo.
Se siguió trabajando hasta registrar 35 patentes, avaladas por más de
sesenta publicaciones, y por el Premio (en equipo) del XXXVII Congreso
Internacional de Química Industrial, celebrado en 1973. Pero la oposición
a industrializarlas se mantuvo inalterable.

         Ignoro la razón de tan tozuda negativa, pero quiero recordar, y
espero no atentar contra la hermenéutica, que ya decía Gracian, creo que
en “El Criticón”, “que no hay error sin autor ni necedad sin padrino”.

          Transcurridos más de quince años del inicio de esta aventura, el
que a la sazón fuera Presidente del INI, convocó al Dr.Vian para
informarse si nuestro grupo podría hacerse cargo de otro programa de
investigación. Ante la respuesta afirmativa, y según la versión que el
mismo D. Angel Vian me contó, el aludido Presidente quiso conocer el
tiempo que se invertiría en desarrollar el nuevo programa. Dos años- le
contestó Vian-. Y sin mediar más allá de segundos, la decisión fue
fulminante: ¡Imposible! Para un político no es viable nada que requiera
más de tres meses. ¡Es obvio que sobran comentarios!.

        D. Ángel Vian fue persona de entrega personal plena y
responsable, realizador de esfuerzos sin regateo y jamás tuvo la meta
puesta en su propio provecho, aunque no le faltaron oportunidades, sino
en la belleza de hacer las cosas bien y en el interés de la colectividad. Por
eso, cansado y aburrido, agotada su paciencia, abandonó la causa
“piritera” en el año 1974. A esta aventura él la llamaba su fracaso. Pero

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