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VOL. 66, (1) 2000 NECROLOGÍA
ya no pudo asistir, pues le terminamos sólo 48 horas antes de su
fallecimiento.
Y algo se debe también decir sobre otros honores y
condecoraciones. Junto al bien conocido de Rector Honorario de la
Universidad Complutense están los de Decano Honorario de la Facultad
de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid, Gran Cruz y
Encomienda con Placa de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, Gran
Cruz del Mérito Civil, Medalla de Oro de la Asociación Nacional de
Químicos de España, Medalla de Plata del INI, Medalla de Oro al Mérito
de la Investigación (Fundación Gª Cabrerizo), Oficial del Orden Nacional
del Mérito (Francia) y Comendador y Oficial de la Orden de las Palmas
Académicas (Francia).
Era también Académico de la Academia de Ciencias y Artes
Europeas, y Correspondiente de la Real Academia de las Buenas Letras
de Sevilla.
Y aunque ocupe su atención un par de minutos más, no me resisto
a decir algo sobre sus excepcionales cualidades en el manejo del idioma.
Lo hacía con pulcritud, delicadeza, precisión y naturalidad; con una
sensibilidad que rayaba en el mimo. Si escucharle era una delicia, leerle,
en alguno de sus múltiples artículos, era un placer. Utilizaba la ironía sin
herir, la gracia sin cansar y la ligereza de su estilo facilitaba la tarea a sus
lectores. Decía lo que pensaba, sin duda porque pensaba lo que decía.
Su faceta humana podría ampliarse mucho más: su pasión por la
obra bien hecha, su sensibilidad para captar la realidad social y científica,
su capacidad para correlacionar presente y pasado, su amor por lo que
hacía, posiblemente porque siempre hizo lo que amaba, y su renuncia a
cuantos señuelos y atractivos le pudieran apartar de lo que era su
vocación. Ha vivido un permanente estado de aporía que, aún siendo
loable como científico, puede que, en ocasiones, también le haya
aportado inquietudes.
Como cristiano que soy le tendré siempre presente en mis
oraciones. Y como científico, profesor y académico le tendré presente en
su obra.
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