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Cuando me incorporé a la Universidad de Navarra en el año 1996, volví a coincidir con él, ahora como compañero del
claustro universitario. Comprobé en mis conversaciones con otros colegas de la Universidad que D. Jesús había logrado
hacer una verdadera escuela universitaria. Pude hacerme cargo de su cercanía con todos, de su acompañar y animar a mucha
gente a crecer en el ámbito universitario. Vi hecha realidad una dedicación que era preocupación por los demás, que era
ánimo y cordialidad, que era alegría que se desbordaba en ayuda. Recordemos esto: alegría y ayuda a los demás.

    Y un tercer encuentro en la enfermedad. Tuve la suerte de verle cerca de la ermita a la Virgen del Campus universitario
de la Universidad de Navarra antes de que su proceso de deterioro cognitivo fuese verdaderamente incapacitante. Mantenía
esa alegría tan cercana, aunque la memoria le fallaba. Vi una vida que se hacía verdaderamente fuerte en la contradicción,
en el sufrimiento. Recordemos finalmente: alegría junto al dolor y al sufrimiento.

    Nos preguntábamos hace unos instantes: ¿por qué podemos decir que Jesús Larralde era un hombre de fe? Por su alegría,
respondería, que siempre se acompañó de desprendimiento de sí mismo, de ayuda a los demás, de dolor y sufrimiento. Y
todo con cordialidad, con fortaleza, a pesar de los momentos frustantes o invalidantes. Quizá alguien podría pensar que todo
eso es posible sin fe religiosa. Probablemente, contestaría, pero en Jesús Larralde todo eso estaba impregnado de una alegría
de algo nuevo, de una Buena Nueva, que reflejó en su vivir y en su morir. En él la fe suponía un «motor» que generaba el
bien a su alrededor. Le excedía, pero se hacía en él y a través de él.

    Los filósofos Fernando Inciarte y Alejandro Llano han señalado con profundidad que «el ser de cada (persona) sólo
pued(e) acontecer en un cierto modo que depende en cada caso de los accidentes que le afecten. Esto hace imposible
comprenderlo de manera completa. (Por eso) la propia (persona) nunca es plenamente lo que es o puede ser. Para poder
hacernos cargo de todo el ser de algo, tendríamos que ser capaces de sintetizar en un enunciado todo el curso pasado y
futuro de (esa persona), lo cual no es posible, aunque sólo fuera porque lo pasado ya no existe y lo futuro no existe todavía
(...). En este sentido, todo es sólo parte de sí mismo. Sólo Dios, el infinito, existe fuera de cada modo y grado, como aquello
que es plenamente lo que es» (F. Inciarte y A. Llano, Metafísica tras el final de la Metafísica, p. 341).

    Ahora que nos ha dejado Jesús Larralde, su vida nos es misteriosamente más real y completa, porque en Dios es ya
plenamente lo que es, aunque se experimente la paradoja de no estar físicamente entre nosotros.

    Voy terminando.
    Hace dos meses estuve en el cementerio de La Paz, próximo a Tres Cantos, de Madrid, en un acto religioso por el
aniversario de la muerte de un ser querido. Rezamos un responso un poco más largo de lo normal. Y uno de los hijos de la
difunta, al final del responso, nos dijo a los presentes: «Sabéis que no soy creyente, que soy "agnóstico"; pero en este año
que ha pasado desde la muerte de mi madre he estado más cerca de ella que nunca...». Escuchamos todos estas palabras con
un silencio emocionado. Pero me dieron ganas de decir, o mejor, de gritar: «¿y no es eso ser mucho más creyente de lo que
imaginamos?». La fe no es algo teórico o abstracto, llama frecuentemente a nuestra puerta con el ejemplo de la vida y la
muerte de los que nos han precedido, con su amistad, su cariño y su cuidado.
    La fe cristiana, la fe de Jesús Larralde, se caracteriza porque es plena y madura en la persona. Se manifiesta en libertad,
porque exige compromisos personales y morales grandes, pero se basa siempre en el conocimiento de la verdad. Es un don
y se expresa en una actitud vital alegre y comprensiva. Para que la vida sea verdaderamente una vida de fe, es necesaria una
fe que sea capaz de dar fundamento a esa propia vida. Y la del Profesor Larralde, con todo su legado de bien, habla por sí
sola en este sentido.
    Lo tenemos mucho más cerca que antes. Y damos gracias por su vida junto a nosotros.
    Descanse en paz, Jesús Larralde Berrio, compañero y maestro, Académico queridísimo, amigo de Dios.
    Muchas gracias

    450 @Real Academia Nacional de Farmacia. Spain
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