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ser una de las más prestigiosas de España. Inicialmente y durante muchos años fue la única privada.
Victoriano Darias del Castillo, Catedrático de Farmacología y Decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad de
la Laguna, Académico correspondiente de esta Real Institución, buen escritor y Doctor en Ciencias de la Información, hoy
nos acompaña en esta sesión necrológica, le conoció bastante bien como Decano.
Tengo constancia de que llegó a ser muy buen compañero de don Jesús especialmente en las tardes y noches libres,
después de las reuniones de decanos. En alguna ocasión el doctor Darias me ha contado que don Jesús quería introducirle en
la Obra, pero él muy irónico, le solía contestar: “don Jesús, yo lo que pretendo es sacarle de la misma".
Así se entiende bien que dos buenos amigos lo sean en el acuerdo y en el desacuerdo.
De hecho me contó que en cierta ocasión le regaló el libro de las Confesiones de San Agustín.
Entonces Victoriano le replicó: ¿Es que crees que soy un gran pecador?
Otro buen amigo y conversador inteligente fue el profesor Calleja, también Catedrático de Farmacología y entonces
decano de la Facultad de Farmacia de Santiago de Compostela.
Me cuesta imaginarme a estos tres mosqueteros de la Farmacia, juntos, en las noches por las calles de Madrid.
El Doctor Darias, para esta ocasión de hoy, me ha enviado a vuela pluma algunas impresiones y recuerdos de D. Jesús
Larralde: Hombre básicamente bueno y muy inteligente, adornado con enorme alegría y con finísimo sentido del humor,
que trasmitía con una educadísima naturalidad. Su presencia te hacía sentirte feliz.
Prosigue diciendo: Creo que surgió entre nosotros una gran empatía. En las reuniones de decanos de Farmacia,
tuvimos muy gratos encuentros, en diversas ciudades (Pamplona, Valencia, Madrid, La Laguna…), y en otros sitios
diferentes.
Nuestras conversaciones siempre fueron prolongadas, con largas horas, que nos sabían a poco y que siempre dieron
lugar a muy interesantes diálogos. Con don Jesús me encontré muy a gusto, y creo que eso era recíproco.
Me hablaba con entusiasmo de su Fe y de la Obra, siempre con encantadora diplomacia.
Creo que su opinión es muy similar a la mía, pues nuestros respectivos abuelos farmacéuticos también estudiaron en
Santiago de Compostela, donde adquirieron, además de su ciencia y profesión su fina ironía gallega.
Don Jesús fue un hombre sencillo, alegre, optimista; un hombre grande que se distinguió siempre por su capacidad para
hacer amigos, con su enorme afán de ayudar a cuantos podía y de modo muy particular, tratando de procurar el bien y la
promoción de sus discípulos.
Fue maestro de un gran número de promociones de farmacéuticos; siempre tenía discípulos repartidos por toda España.
Su carácter cordial y afectuoso le llevaba a prolongar su enseñanza fuera del estricto ámbito académico.
Sus alumnos le querían mucho, manteniéndose ese cariño con el tiempo, aunque hiciese años en que hubiesen dejado las
aulas. Le encantaba conducir, aunque lo hacía bastante mal, pues era un sabio despistado y tenía cosas muy importantes en
que pensar. Antes de iniciar un viaje, estudiaba bien la ruta, intentando a lo largo del mismo visitar al mayor número de
alumnos posibles, aunque eso supusiese hacer muchos kilómetros de más.
Dirigió 41 tesis doctorales y más de 20 de sus discípulos obtuvieron plaza de catedrático o profesor titular. Entre ellos
destacaré a:
Pilar Fernández Otero
Rafael Jordana Buticaz
María López Rodríguez
José Bolufer González
José Bello Gutiérrez
Edurne Cenarruzabeitia Sagarminaga
Javier Marcó Bach
Santiago Santidrián Alegre
Alfredo Martínez Hernández
Elsa Anselmi Rodríguez
Ana Ilundain Larrañeta
Ana Isabel Alcalde Herrero
Florencio Marzo Pérez
María Icíar Sáenz de Buruaga
y nuestra compañera Yolanda Barcina Angulo.
Tras su jubilación continuó como Profesor Emérito de Nutrición de la Facultad de Farmacia y Director del Programa de
Doctorado en Fisiología y Alimentación de la Universidad de Navarra.
Miembro de número de la Real Academia Nacional de Farmacia desde 1991, tomando posesión el 15 de octubre de
1992, siendo contestado preceptivamente por don Bernabé Sanz, ocupando la vacante de la medalla número 34, como
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