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así? Un maestro que te hace trabajar, mientras te invita a bombones…

    2.- El segundo aspecto que quiero mencionar es la sabiduría, que incluye la ciencia pero va más allá.

    La escala descendente fue bellamente descrita por el poeta T.S. Elliot, en aquellos famosos versos: “¿dónde está la
sabiduría, que se ha transformado en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento, que se ha transformado en información?”
Pero podríamos recorrer esa escala en sentido ascendente y recordar que la sabiduría implica criterio, sensatez, buen juicio,
capacidad de consejo.

    ¡Cuántos científicos conocemos que se guardan para sí sus descubrimientos, o que no tienen el don de transmitir lo que
saben! Un maestro no, un maestro no conoce para conservar, conoce para transmitir.

    Quizá por eso nos recuerda Platón que “la voz del maestro es más decisiva que cualquier libro”. Más decisiva y más
memorable.

    Desde luego, yo no podré olvidar los consejos que me dio don Jesús en diferentes etapas de mi vida. Cuando me
ofrecieron entrar en política, le consulté, como siempre hacía. Para mi sorpresa, me animó: ya eres catedrática, me dijo. ¿Te
van a dar el Premio Nobel? No creo, respondí abrumada. Pues ahora quizá te toca aportar de otra manera; siempre podrás
regresar a la universidad.

    Era un académico, pero era un hombre sabio, sabía que el mundo era más grande que su mundo. Y le gustaba ver que
éramos capaces de afrontar nuevos retos.

    3.- Muy unido a la sabiduría encontramos el buen ejemplo.

    Ese es el tercer sentido que le otorga George Steiner a la palabra maestro, además de receptor y transmisor de logros, del
conocimiento: el maestro es una persona que enseña con sus obras y su ejemplo. Por eso, afirma el profesor suizo, “Sócrates
y los santos enseñan existiendo”.

    Los maestros enseñan con su vida, su forma de ser, su modo de trabajar.

    Esto lo he visto personalmente en muchos rasgos del profesor Larralde, pero me gusta destacar uno: su buen humor, su
sentido positivo de la vida, su capacidad luchadora, muy unida a su carácter navarro. Medio en broma, medio en serio,
podemos decir: “con ellos, no hay quien pueda”.

    Don Jesús siempre encontraba alguna rendija para superar los obstáculos y para ayudarnos a conseguir lo que era bueno
para nosotros.

    Todavía me asombro al recordar un episodio. Cuando saqué mi primera plaza en una Universidad Pública y tuve que
trasladarme a Murcia, con 26 años, él se preocupó de que no me faltara un buen entorno de trabajo y de investigación. Así
que decidió presentarme a un catedrático amigo suyo. Eran tiempos donde no teníamos teléfonos móviles, ni se usaba
internet ni existían los mapas digitales. Todo era manual. Nos presentamos un sábado en la casa de su amigo en Murcia. Allí
nos dijeron que en esos días se encontraba “en su casa de la playa”, sin concretar más. Ni corto ni perezoso, don Jesús dijo:
me suena que tenía casa en Mazarrón. Yo, que casi no sabía dónde estaba ese lugar, me opuse: pero si no tenemos ninguna
seguridad, ¿cómo nos vamos a lanzar a la aventura? Fue inútil. Allá fuimos. Al llegar a Mazarrón, le volví a preguntar: ¿y
ahora qué hacemos? Me suena –otra vez ese verbo, que no me daba ninguna seguridad-, me suena que vivía en una casa
bajita cerca de la playa. Y nos fuimos acercando al mar. Yo insistía: ¿y cómo sabremos cuál es su casa? Miró alrededor, vio
un niño de unos diez años y comentó: ese podría ser el hijo de mi amigo, que tiene uno de esa edad. Yo no me lo podía
creer. Nos acercamos, ¡y era su hijo! Siempre he pensado que don Jesús tenía un ángel de la guarda que debía ser de Estado
Mayor. Nunca he podido olvidar ese episodio: quería ayudarme y no le importaban el tiempo ni los obstáculos que
pudiéramos encontrar.

    4.- Buscaba lo que era bueno para nosotros, no para él. Esto nos lleva al cuarto rasgo que en mi opinión caracterizan a
los maestros: su capacidad de compartir. Ellos transmiten su ciencia, transmiten su experiencia e intentan ayudar a que
sus discípulos progresen.

    Ciertamente este rasgo implica una buena dosis de generosidad. Pero yo añadiría que este rasgo sirve también para
vacunar de cualquier forma de narcisismo, un mal que no pocas veces acecha a las personas de más talento.

    En el caso de don Jesús, su origen navarro es relevante también en este punto: en esa tierra nadie mira a nadie por
encima del hombro, presumir o alardear está mal visto.

    Así era el profesor Larralde. Recuerdo que decidió que tenía yo que terminar la tesis doctoral, sí o sí, antes de un 30 de
noviembre, para defenderla antes de un 31 de diciembre, hace ya muchos años. Don Jesús me ayudó durante todo el proceso
de elaboración del trabajo, claro está. Pero incluso me dedicó todo el día 29 de noviembre, festivo en Pamplona, y además
día de su cumpleaños. Allí estuvo, como si fuera un doctorando amigo, ayudándome a terminar de corregir todo el trabajo.

    Me gusta pensar que toda su labor era “cum laude”.

    5.- Muchos sabios son capaces de compartir, pero a veces intentan dominar a sus discípulos. Hacen escuela, pero no
dejan de mandar y controlar.

    Los buenos maestros, sin embargo, dan alas a los que trabajan con ellos. Disfrutan viéndoles volar por sí mismos. No
alimentan su ego. Como mucho, alimentan un orgullo casi paternal de ver a los hijos madurar y llegar más lejos que los
padres. Este podría ser el quinto rasgo de un buen maestro y desde luego lo era de don Jesús.

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