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Román de Vicente Jordana, científico

   Rafael Sentandreu Ramón
   Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia

    Debo primeramente dar gracias a la Junta de Gobierno de nuestra Academia por darme la oportunidad de exponer ante
todos Uds. aspectos de “Román de Vicente Jordana: como científico”.

    Conocí al Dr. Román de Vicente en 1962 con motivo de mi incorporación como becario del Instituto de Microbiología
“Jaime Ferrán”, del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Ello fue debido a que por casualidad conocí a uno de
los miembros del Instituto que me invitó a visitar el centro. Mi primera visita al CIB me marcó para toda mi vida. Me
sorprendió descubrir la actividad inusitada de los becarios más jóvenes, pero sobre todo poder hablar con científicos de
prestigio reconocidos que habían completado su formación como investigadores en varios países europeos y en los EE.UU.
Me comentaron que el Dr. Román de Vicente había estado investigando por periodos dilatados en la Universidad de
Cambridge y que ésta le había concedido el grado de Master of Science en 1957. La Universidad de Cambridge era y es
actualmente, según los índices correspondientes, la primera universidad europea en producción científica y la tercera de
todo el mundo. Román de Vicente había obtenido previamente el doctorado en Farmacia en 1949 y posteriormente el
doctorado en Medicina y Cirugía en el 2003 ambos por la Universidad Complutense de Madrid. Recuerdo la profunda
impronta, la marcada huella que me produjo mi entrevista con Román y que aún hoy la recuerdo y leo en mi memoria con
toda su intensidad. Obviamente no son mis vivencias las que debo narrar sino centrarme en el homenaje a la memoria de
uno de esos científicos que conocí durante el desarrollo de mi trabajo experimental en el CIB: el Excmo. Sr. D. Román de
Vicente Jordana.

    Como seguramente saben Román fue un científico reconocido fundamentalmente por ser el autor de la Teoría de la
Función Citoarjé que expondré brevemente a partir de sus publicaciones y, posteriormente, concluiré comentando aspectos
de su amplios conocimientos como científico y los múltiples reconocimientos que tuvo fruto de su actividad científica.
Debo pedir que al evaluar su actividad científica hagamos, queridos compañeros académicos y amigos todos, un esfuerzo
para introducirnos en su momento histórico, en la realidad del tiempo en que desarrolló su Teoría de la Función Citoarjé y
no bajo el prisma del conocimiento biológico actual.

    El primer concepto de interés descrito en uno de sus trabajos se refiere a su punto de vista sobre:

Dinámica vital en el desarrollo de los microorganismos sobre la materia viva y sobre la materia muerta.

    Román nos dice: La vida pasa por una sucesión de acontecimientos y en un momento determinado esa vida cesa. Los
cadáveres de plantas y animales forman una materia muerta. Esta observación no se reduce a eso, muy pronto otros
organismos comienzan una vida exuberante sobre la materia que fue también viva.

    Lo mismo acurre con los árboles, con el embrión de pollo o con el niño nacido libre de gérmenes que se caracterizan por
que, como los microbios, están en periodo de crecimiento. Muchos de estos organismos cuando todavía se encuentran vivos,
han respetado e incluso han favorecido su actividad. Y Román se preguntó por qué. Hago un pequeño paréntesis en esta
idea que desde mi punto de vista representa un anticipo a nuestra ciencia de hoy como lo demuestra el estudio del
microbioma humano.

    Román de Vicente, nuestro investigador, no tuvo fácil encontrar el organismo idóneo para intentar demostrar el porqué
de estas observaciones. Entre los modelos posibles, la patata le ofreció las condiciones idóneas. Este tubérculo por su gran
autonomía, por su extraordinaria sensibilidad a las bacterias de la muerte, por la posibilidad de paralizar o activar su proceso
de germinación a voluntad. Y, finalmente, la autonomía de sus brotes, que permite ser fraccionada en dos o más partes y
experimentar con cada una de ellas como una sola unidad sin perder el factor individual.

    Los tubérculos de patata se pudren en contacto con las bacterias de la podredumbre, específicamente con Erwinia
carotovora. Por el contrario, la actividad germinativa del tubérculo paraliza la infección. El sistema de defensa no depende
de una condición o factor individual del tubérculo, sino de su actividad metabólica.

    Podemos controlar la activación o inactivación de un mismo tubérculo y con ello inducir la síntesis del parásito o la
síntesis del material del huésped.

    Existe, pues, una competencia o interferencia entre la ”vida”, la de la patata y la de la bacteria. La razón de la
competencia nos dice, ha de encontrarse en los genes.

    Recordemos que la hipótesis del citoarje la desarrolló básicamente a partir de la segunda mitad de la década del 50 del
siglo pasado, solo unos pocos años después de la aparición en 1953 en la revista Nature del trabajo de Watson y Crik.

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