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J.M.
Ribera
Casado
3.
EL
LLAMADO
ENVEJECIMIENTO
ACTIVO
COMO
SISTEMA
DE
DEFENSA
CONTRA
LA
INDIGNIDAD
Quizás
una
de
las
formas
más
adecuadas
para
hacer
realidad
de
manera
mantenida
el
concepto
de
dignidad
aplicado
al
individuo
de
edad
avanzada
sea
cumplir
algunas
de
las
recomendaciones
con
las
que,
periódicamente,
los
organismos
internacionales
y
a
su
cabeza
NU
intentan
incidir
en
el
tema.
Me
voy
a
referir
el
lema
del
“envejecimiento
activo”
por
considerar
que
constituye
una
clave
paradigmática
en
este
terreno.
La
II
Asamblea
Mundial
del
Envejecimiento
(Madrid--2002)
lo
definía
como
“el
proceso
de
optimización
de
las
oportunidades
de
salud,
participación
y
seguridad
con
el
fin
de
mejorar
la
calidad
de
vida
a
medida
que
las
personas
envejecen”.
Más
adelante
destacaba
que
había
“llegado
el
momento
de
instaurar
un
nuevo
paradigma
que
considere
a
las
personas
ancianas
participantes
activas
de
una
sociedad
que
integre
el
envejecimiento
y
que
las
considere
contribuyentes
activos
y
beneficiarios
del
desarrollo”.
Es
decir,
apelaba
directamente
a
su
dignidad
por
la
vía
de
la
participación
social.
Una
década
después
NU
insistía
en
el
tema
declarando
oficialmente
2012
como
el
año
del
envejecimiento
activo.
El
objetivo
obvio
que
se
desprende
de
este
lema
estriba
en
que
la
persona
que
llega
a
una
edad
avanzada
siga
integrada
y
se
mantenga
viva
y
con
responsabilidades
dentro
del
engranaje
social.
Busca
la
dignificación
de
la
persona
mayor
articulando
su
encaje
en
la
sociedad,
facilitando
esa
“sociedad
para
todas
las
edades”
que
ha
sido
otro
de
los
lemas
de
NU.
Hacerlo
así
supone
un
valor
añadido
en
la
medida
en
la
que
representa
sumar
al
conjunto,
con
beneficios
dobles.
Para
la
sociedad
--más
personas
arrimando
el
hombro--
y
para
el
individuo,
que
tendrá
la
oportunidad
de
mantener
su
contribución
al
bien
común.
Debemos
ser
conscientes
de
que
la
responsabilidad
para
llevar
a
buen
puerto
este
objetivo
corresponde
a
las
dos
partes,
a
la
persona
mayor
a
la
que
se
pide
actividad,
y
a
quien
no
lo
es
pero
puede,
con
su
forma
de
actuar
a
través
de
las
instituciones
o
con
su
comportamiento
individual,
facilitar
–o
dificultar--
dicha
actividad.
Con
el
“envejecimiento
activo”,
evidentemente,
se
buscan
objetivos
en
salud,
pero
no
sólo.
También
objetivos
sociales
de
independencia,
de
movilidad
en
su
sentido
más
amplio
de
la
palabra,
facilitar
la
posibilidad
de
desarrollar
programas
y
trabajos
que,
remunerados
o
no,
constituyan
una
continuidad
con
lo
que
ha
sido
la
vida
previa
de
cada
uno
y
contribuyan
al
bien
común.
El
individuo
mayor
debe
proponérselo
pero
la
sociedad
en
su
conjunto,
administraciones
y
personas
más
jóvenes,
contribuir
a
hacer
factible
su
realización.
Una
tarea
que
no
siempre
es
fácil
y
que
para
poder
culminar
con
éxito
precisa
superar
diferentes
escollos.
En
esta
última
parte
de
mi
intervención
voy
a
enumerar
aquellos
que
considero
más
importantes.
Algunas
de
las
dificultades
son
intrínsecas,
dependen
del
propio
sujeto
y
de
sus
circunstancias
personales,
pero
en
muchos
casos
hay
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