Page 210 - 80_02
P. 210
J.M.
Ribera
Casado
plenamente
en
el
campo
de
los
obstáculos
extrínsecos,
unas
dificultades
impuestas
desde
fuera
y
que
se
suman
a
todas
las
anteriores.
Pero
todavía
queda
algo
peor.
El
tan
manido
tema
de
la
crisis
ha
facilitado
la
implantación
de
lo
que
puede
calificarse
como
“castigo
gubernamental”.
Castigos
añadidos,
sobre
todo
de
índole
económica.
En
parte
son
comunes
a
los
diseñados
para
otros
grupos
etarios,
como
ocurre
con
las
pérdidas
de
poder
adquisitivo,
algo
que,
en
el
caso
del
anciano,
ya
se
ha
visto
muy
mermado
previamente
desde
el
momento
en
el
que
lo
que
era
un
sueldo
se
convierte
en
una
pensión.
También
los
impuestos
municipales,
autonómicos
y
estatales
cada
vez
más
altos.
Otros
castigos
son
específicos,
copago
farmacéutico,
euro
por
receta,
limitaciones
crecientes
en
los
recursos
sociales
o
en
la
aplicación
de
la
ley
de
dependencia,
y
lo
que
caiga.
¡Cállese
y
ayude
en
casa
si
sus
hijos
o
sus
nietos
están
en
el
paro!
Las
administraciones
suelen
hacer
recaer
las
cargas
máximas
sobre
los
más
débiles
y
el
anciano
está
en
ese
grupo.
Hacerlo
así
es
más
fácil.
Genera
menos
contestación
y
menos
problemas.
Bien,
pues
en
ese
contexto
Naciones
Unidas
y
a
su
rebufo
todos
quienes
nos
ocupamos
de
estas
cuestiones,
intentamos
convencer
a
nuestros
mayores
para
que
mantengan
su
dignidad
a
través
de
envejecer
activamente.
En
algunos
casos,
como
en
el
de
quien
esto
suscribe,
predicando
con
el
ejemplo,
toda
vez
que,
objetivamente,
uno
ya
se
siente
inmerso
con
todas
las
consecuencias
dentro
de
este
colectivo.
4.
A
MODO
DE
COLOFÓN
Vemos
que
la
dignidad
del
individuo
se
mantiene
durante
toda
la
vida.
Ni
las
limitaciones
que
acompañan
el
proceso
de
envejecer,
ni
las
diversas
formas
de
agresión
a
que
puede
verse
sometido
el
colectivo
de
más
edad,
constituyen
argumentos
suficientes
para
una
pérdida
de
dignidad.
La
sociedad
y
los
individuos
deberemos
asumir
actitudes
positivas
y,
en
este
contexto,
lemas
como
el
del
envejecimiento
activo,
enunciados
por
organismos
del
prestigio
de
UN,
representan
una
ayuda
inestimable
para
mantener
e
incrementar
ese
elemento
de
excelencia
que
conocemos
con
el
nombre
de
“dignidad”
dentro
del
marco
común.
Terminaré
de
nuevo
con
Bobbio
quien,
en
un
homenaje
expreso
a
la
geriatría,
habla
de
la
nobleza
de
su
fin
“que
no
estriba
sólo
en
aliviar
los
sufrimientos
físicos,
sino
también
…
en
exhortar
a
quien
está
a
punto
de
entrar
en
la
última
parte
de
su
vida
a
no
dejarse
dominar
por
el
temor,
a
veces
obsesivo,
de
la
decadencia,
a
sentirse
un
vencedor
con
respecto
a
los
jóvenes
muertos
que
son
los
vencidos
y
no
él”.
“A
tu
edad,
si
ves
que
se
te
escapa
el
autobús
no
corras.
Perderás
el
autobús
y
la
dignidad”
(María
Salas)
442