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Iciar
Astiasarán
&
col.
factores,
aunque
no
el
único,
que
se
tienen
en
cuenta
en
la
recomendación
del
consumo
ocasional
de
estos
alimentos
por
parte
de
las
organizaciones
que
desarrollan
guías
alimentarias.
En
España,
la
pirámide
alimentaria
propuesta
por
la
SENC
en
el
2004
muestra
en
su
cúspide
a
este
tipo
de
productos,
indicando
por
tanto
la
no
recomendación
de
dichos
alimentos.
Determinar
la
cantidad
de
AGT
que
consume
una
población
es
muy
difícil
usando
métodos
tradicionales
como
la
evaluación
de
la
dieta
o
como
las
tablas
de
composición
de
los
alimentos
(7).
Además,
en
muchas
ocasiones
los
datos
del
contenido
en
AGT
en
las
tablas
son
inexistentes
o
incompletos
(8),
e
incluso
varían
para
un
mismo
producto
dependiendo
de
las
marcas
comerciales
analizadas
(9).
En
cualquier
caso,
las
recomendaciones
de
las
sociedades
internacionales
coinciden
en
afirmar
que
el
consumo
diario
de
AGT
debe
ser
lo
más
bajo
posible.
Tanto
la
OMS
(10),
como
la
AFSSA
(Agence
Française
de
Sécurité
Sanitaire
des
Aliments)
(11)
concretan
que
el
consumo
de
AGT
no
debe
superar
al
1%
de
la
energía
total
consumida
(2000
kcal
=
2
g).
De
forma
paralela
a
la
evidencia
científica
acumulada
sobre
los
efectos
negativos
de
los
AGT,
se
han
ido
desencadenando
acciones
regulatorias
encaminadas
a
informar
al
consumidor
sobre
la
presencia
de
AGT
a
través
de
las
etiquetas,
así
como
a
limitar
la
presencia
de
estos
compuestos
en
los
alimentos.
De
hecho,
la
eliminación
del
empleo
de
grasas
parcialmente
hidrogenadas
con
AGT
de
los
alimentos
se
ha
descrito
como
una
de
las
intervenciones
más
directas
en
salud
pública
para
la
mejora
de
la
dieta
y
la
reducción
del
riesgo
de
enfermedades
no
contagiosas
(12).
La
Figura
1
recoge
los
principales
hitos
tanto
científicos
como
legislativos
que
se
han
producido
en
este
sentido
a
lo
largo
de
las
dos
últimas
décadas.
Todas
estas
medidas
están
conduciendo
a
una
significativa
modificación
en
las
formulaciones
de
productos
del
empleo
de
grasas
en
las
que
tradicionalmente
el
porcentaje
de
AGT
era
alto.
Entre
las
técnicas
más
habituales
se
encuentran
la
reformulación
a
través
de
uso
de
grasas
más
insaturadas,
la
transesterificación
o
modificaciones
en
la
tecnología
de
hidrogenación
de
grasas
vegetales
(13--14).
Estudios
preliminares
apuntan
a
que
estas
modificaciones
en
la
composición
de
los
alimentos,
con
la
tendencia
a
la
disminución
de
AGT,
tienen
un
efecto
positivo
sobre
la
disminución
de
los
niveles
de
AGT
en
plasma
(15--16).
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