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J.
L.
ARIAS
MEDIANO
&
col
combinación
de
este
agente
con
otros
anticancerosos
sólo
permite
mejorar
la
eficacia
antitumoral
˜
45
%
de
los
casos
(2).
Entre
las
principales
razones
que
justifican
el
fracaso
del
tratamiento
antitumoral
destacan
(3):
i)
la
farmacocinética
desfavorable
del
agente
anticanceroso
(rápido
aclaramiento
plasmático,
rápida
biodegradación
y
corta
semivida
plasmática)
determina
el
uso
de
dosis
altamente
tóxicas
y
una
rigurosa
pauta
de
tratamiento
para
conseguir
el
efecto
terapéutico
deseado;
ii)
la
extensa
biodistribución
y
extravasación
de
la
molécula
antitumoral
en
zonas
no
deseadas
determina
una
elevada
toxicidad;
iii)
la
selectividad
del
fármaco
por
las
células
malignas
generalmente
es
muy
pobre;
iv)
la
susceptibilidad
de
desarrollar
resistencia
a
los
anticancerosos
por
parte
de
las
células
tumorales;
y,
v)
las
propiedades
fisicoquímicas
desfavorables
de
los
agentes
quimioterápicos,
por
ejemplo
su
hidrofobia,
induce
una
escasa
acumulación
en
el
lugar
de
acción.
Con
el
objetivo
de
solucionar
estos
problemas
se
han
asociado
moléculas
antitumorales
con
coloides
para
el
tratamiento
del
cáncer.
Esta
asociación
pretende
aumentar
la
acumulación
específica
del
fármaco
en
la
zona
tumoral,
e
incrementar
el
tiempo
de
exposición
de
las
células
cancerosa
al
principio
activo
(3,
4).
De
esta
manera,
numerosas
investigaciones
han
perseguido
la
formulación
de
coloides,
basados
principalmente
en
nanomateriales
vesiculares
o
poliméricos,
para
conseguir
el
transporte
eficaz
de
cualquier
antitumoral
a
la
zona
diana
(1,
3--
5).
Sin
embargo,
recientes
estudios
han
probado
que
esta
simple
asociación
no
siempre
resulta
suficiente
para
dirigir
específicamente
un
fármaco
a
cualquier
zona
del
organismo,
más
allá
de
los
órganos
pertenecientes
al
sistema
retículo
endotelial
(3).
Este
hecho
ha
determinado
que
las
investigaciones
científicas
en
este
terreno
se
hallan
enfocado
al
diseño
de
nanopartículas
según
novedosas
estrategias
de
transporte
pasivos
de
fármacos
(basadas
en
el
efecto
de
permeación
y
retención
incrementada
propio
de
la
masa
tumoral)
y
de
transporte
activo
de
fármacos
(fundamentadas
en
interacciones
ligando--receptor,
y
en
el
uso
de
nanomateriales
sensibles
a
estímulos
externos)
(3,
4).
Quizás
los
coloides
magnéticos
sean
uno
de
los
sistemas
que
más
interesantes
posibilidades
ofrece
en
el
transporte
y
liberación
controlada
de
fármacos
antitumorales.
De
forma
general,
las
nanopartículas
magnéticas
están
constituidas
por
un
núcleo
magnético
englobado
en
una
matriz
orgánica
(p.ej.,
un
polímero)
o
inorgánica
(p.ej.,
sílice).
Se
ha
descrito
que
las
características
de
estos
coloides
pueden
modificarse
mediante
un
procedimiento
de
síntesis
adecuado
para
definir
unas
propiedades
fisicoquímicas
y
una
capacidad
de
respuesta
a
gradientes
magnéticos
aplicados,
que
permitan
controlar
eficazmente
su
distribución
(y
así
la
del
fármaco
vehiculizado)
hasta
el
tejido
tumoral
(6).
Los
coloides
magnéticos
presentan
numerosas
posibilidades
en
biomedicina
ya
que
pueden
(6--9):
i)
ser
visualizados
mediante
resonancia
magnética
nuclear
y,
por
lo
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