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BENITO DEL CASTILLO GARCÍA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Serranillos, D. Gregorio González Trigo, D. Manuel Ortega Mata, D.
León Villanúa Fungairino y en sus últimos años de decanato D. Juan
B. Abad Manrique, D. Manuel Ruiz Amil, Dª Rocío Muñoz Calvo, D.
José L. Guillén Llera, D. Juan Hernando, D. Francisco Zaragozá y
Doña Mª Isabel de Frutos Martínez. Como se puede deducir, un am-
plio y selecto abanico de profesores, de prácticamente todas las áre-
as de conocimiento y estilos.
Entre el personal no docente figuraron, Dª Dolores Reneses, D.
Joaquín Vara, Dª Mª Paz Ávila, D. José María Negredo, D. Juan
Bragado, Dª Pilar Pina, Luciano y otros que, con el pasar de los años,
ocuparon puestos de responsabilidad administrativa, tales como Dª
Celia Bargueño, D. Francisco Ruiz, Dª María Quijano, …
En la primera época del decano Doadrio, los profesores asistentes
a las Juntas, rondaban la treintena, la duración de las mismas apro-
ximadamente 2 horas y media (tanto en sesión matutina como ves-
pertina). El número de puntos sometidos a estudio y aprobación, os-
cila entre 1 y 11, según circunstancias. Los acuerdos, fueron
alcanzados mayoritariamente y en pocos casos, tras votación.
En cualquier caso, a D. Antonio le gustaba organizar y dirigir per-
sonalmente todos los asuntos, desde los temas de doctorado a los eco-
nómicos, llegando a veces a asombrar por su desbordante actividad
peripatética, desde el decanato a su cátedra. A pesar de ello, siempre
había espacio y dedicación en su tiempo para todos y en especial para
los alumnos.
Yo le calificaría como el último decano del Plan Antiguo a quien
le correspondió hacer la transición. A este respecto, recuerdo cuando
D. Ángel Santos, como Director de la RAF y yo bisoño Decano de la
Facultad de Farmacia, me sugirió tras el cambio de sede del Instituto
Nacional de Toxicología, el traslado del Museo de la Farmacia Hispana
a la calle de la Farmacia.
Puesto que había transcurrido casi un mes y aún no había dado
respuesta a su propuesta, ante mi contestación, indicándole que de-
bía negociar, y que esta labor lleva muchas horas de diplomacia, me
espetó: “no me cuente nada, yo sé lo que es ser decano”.
La situación de D. Ángel no fue la de D. Antonio, ni la de ellos se
pareció a la mía.
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