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seminario científico para explicar mis progresos americanos. Esta vez, tampoco me falló

Primo, que aunque no me pudo ofrecer un trabajo sí que me escuchó atentamente, me
felicitó por lo conseguido y se mostró dispuesto a que investigara en los laboratorios

que había establecido en la Escuela de Agrónomos. No pude aceptar aquella oferta, ya
que me dieron la oportunidad de incorporarme como Profesor No Numerario (PNN) al

Departamento de Bioquímica de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universitat de
València.

        A principios de los ochenta tuve el honor de ser llamado para formar parte de un
grupo de científicos jóvenes y entusiastas que, bajo la dirección de Juan Rojo Alaminos,

Emilio Muñoz Ruiz y posteriormente del también bioquímico Roberto Fernández de
Caleya, tenían como objetivo implementar un sistema de evaluación científica y técnica

de las solicitudes de fondos públicos de investigación. Es lo que primero se llamó nueva
CAICyT y posteriormente Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva. Lo

conseguimos, y España disfruta de un sistema prestigioso de evaluación científica, con
alto reconocimiento nacional e internacional. Aquello, sin embargo, tuvo también su

coste personal y emocional. De nuevo mi camino y el del profesor Primo Yúfera se
encontraron, ésta vez en forma de choque de trenes. Sucedió que la CAICyT estableció

unos criterios rígidos de incompatibilidades para la percepción de ayudas que
contemplaban, entre otros aspectos científico-técnicos, las ayudas públicas de las que ya

disponían los investigadores a la hora de solicitar las nuevas, y me encontré con una
solicitud de Primo Yúfera que incumplía varios de esos criterios excluyentes. No hubo

más remedio que denegar la solicitud, con gran disgusto por mi parte y también por la
de Roberto Fernández de Caleya, gran admirador de Primo Yúfera y que a buen seguro

hoy nos acompañaría en este homenaje de no haber fallecido prematuramente. En la
CAICyT actuábamos con luz y taquígrafos, así que recibí a Don Eduardo para

explicarle los motivos del rechazo de su proyecto. Creo que nunca ví a Primo tan
enfadado como lo estaba aquel día, aunque escuchó atentamente mis explicaciones. Veo

que tienes tus razones me dijo, aunque no las comparto. Aquello supuso un alejamiento
emocional que duró un par de años. Luego Primo, el Primo que yo he admirado tanto,

me dijo un día “José Pío comprendo lo que hicisteis en la CAICyT…. ¡¡¡pero
hacérmelo a mí!!!”. Nos reímos a gusto y continuamos con nuestra amistad que duró

toda su vida. Todavía pienso que hicimos lo correcto, pero quizás, desde aquel día he
pensado que no es bueno sujetarse a normas inflexibles, aunque sin duda en ocasiones

sea conveniente. Y sin duda el Profesor Primo Yúfera era caso aparte, como lo ha
demostrado a través de su larga trayectoria investigadora.

        Su trayectoria profesional ha sido ejemplo e inspiración para muchos de
nosotros. Del antiguo IATA surgió la energía para la creación de cuatro centros de

investigación valencianos: el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas
(UPVCSIC), al cual pusimos su nombre como homenaje en vida, porque queríamos que

él supiera que nosotros sabíamos la importancia real de su obra; el Instituto de
Investigaciones sobre Desertificación (UVEG-CSIC-GVA); el Instituto de Biomedicina

de Valencia y el nuevo IATA.
        Primo Yúfera fue Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

desde finales del año 1974 a comienzos del año 1977. Si el aislamiento político era un
lastre para España durante la dictadura, qué decir del aislamiento de una institución

como el CSIC dedicada a la investigación científica, tarea que por su propia naturaleza
no conoce fronteras. Primo Yúfera jugó un papel importante en la preparación del CSIC

para la transición y tuvo que enfrentarse a la vez al desinterés de los gobiernos de turno
-y eso que hubo hasta tres ministros de Educación y Ciencia durante su mandato-, y a

los sectores inmovilistas de la Institución que habían hecho del CSIC su coto privado de
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