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REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
La Farmacia no es una ciencia, más bien un arte científico, como
la definía ya la Real Cédula de 1650. Ese arte se desarrolla a través
de un cúmulo amplísimo de conocimientos científicos, relacionados
con la naturaleza y con el ser humano, dotado cada uno de su propia
jerga específica, de su particular nomenclatura hermética a ojos de
la mayor parte de los ciudadanos. Esos conocimientos desembocan
en un estudio profundo de la farmacología y todos confluyen en un
saber no científico, sino tecnológico, la antiguamente llamada Far-
macia Galénica, dedicada al conocimiento íntimo del fármaco y
de su preparación, que es lo nuclear, el fundamento diferencial de
nuestra actividad profesional y el que hace imprescindible nuestra
función social.
Para entendernos y hacernos entender, en ese desarrollo profe-
sional hemos de utilizar multitud de lenguajes científicos proceden-
tes de la química, la botánica, la microbiología, la parasitología, la
fisiología humana o la anatomía, entre otros, más uno específica-
mente tecnológico configurado por la tecnología farmacéutica.
Entre nosotros no ha sido fácil nunca hacernos entender por
quienes carecían de formación científico-tecnológica, acaso, al igual
que los médicos, tampoco lo hemos intentado con demasiado ardor.
Por eso, ya desde 1865, el antiguo Colegio de Farmacéuticos de
Madrid, institución intermedia entre lo administrativo y lo científico,
creada a principios del siglo XVIII con esas dos misiones y consi-
derada antecedente tanto del Colegio Oficial de Farmacéuticos de
Madrid, aunque más propiamente lo sería del Consejo General, pues
aceptaba en su seno a farmacéuticos de todo el Estado, y también de
la Real Academia Nacional de Farmacia, en la cual se transformó en
1932 al haberlo dejado sin función la colegiación obligatoria de 1917,
propició la redacción de un magnífico e injustamente olvidado Dic-
cionario de Farmacia.
En el mismo, en dos tomos, se recogen todas las entradas nece-
sarias para el ejercicio profesional, sin la intención de sustituir el
magisterio científico, tecnológico y legal de la Farmacopea, sino
como auxiliar a la labor profesional del farmacéutico.
En la actualidad es una de las mejores armas del historiador del
medicamento por su ambición en recoger no sólo lo presente, sino
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