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REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

se en territorios no evidentes, para los cuales hacen falta métodos
especiales de observación. Se comienza a mirar a lo infinitamente
alejado, mediante el telescopio; lo infinitamente pequeño, a través
del microscopio o lo vedado por la creencia o los prejuicios, como
el interior del cuerpo humano.

    Empieza a ser necesario un nuevo vocabulario astronómico, ana-
tómico o fisiológico y los humanistas tradicionales —amantes de las
letras clásicas— o nuevos al estilo de Terencio —«hombre soy y nada
humano puede serme ajeno»— encuentran tremendas dificultades
para reconocer que todo —hasta su forma de pensar, sentir o creer—
está siendo afectado por la nueva visión del macrocosmos y del mi-
crocosmos aportada por la ciencia.

    Durante la Ilustración se produce la crisis definitiva, no tanto por
las quiebras paradigmáticas producidas por Linneo o Lavoisier en el
campo de la botánica o de la química, como por la postura tomada
por los enciclopedistas, D’Alambert, Diderot o el filósofo Voltaire, a
favor de la ciencia, utilizada por una parte como arma arrojadiza
contra la creencia y, por otra, capaz de constituirse en un elemento
político de primera magnitud, primero para los déspotas ilustrados
y luego para los burgueses liberales, partidarios de la Revolución
Francesa.

    Es en este contexto ilustrado cuando empezamos a encontrarnos
con una preocupación explícita por la nomenclatura científica y con
los nuevos diccionarios enciclopédicos.

    Linneo establece la suya, binaria, para clasificar a los animales y
plantas. Lavoisier, Guyton de Morveau, Bertohlet y Fourcroy, la de
la nueva química.

    Nuevos conocimientos científicos, nuevos hechos, nuevas pa-
labras.

    Lavoisier lo explica con claridad meridiana:

                  «Las lenguas no sólo tienen por objeto, como se cree
              comúnmente, expresar por signos las ideas y las imáge-
              nes; sino que además son verdaderos métodos analíticos,
              con cuyo auxilio procedemos de lo conocido a lo descono-
              cido...»

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