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MIGUEL F. BRAÑA Y COLS. AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Algunos años más tarde, Hoffmann descubrió que ambas sustan-
cias, el kianol y la anilin, eran la misma, conservando el nombre de
Anilina.
El disponer de una fuente barata de anilina, fue el origen de la
gigantesca industria de los colorantes en Alemania, que hasta ese
momento solamente se obtenían de fuentes naturales y que se indican
en la Tabla 1 (4). En la literatura científica se indica habitualmente
que por pura fortuna, otra vez se adelantó la pérfida Albión. En 1856,
Perkin, trabajando con Hoffmann, descubrió que por oxidación de la
anilina se formaba una resina de la que, por tratamiento con alcohol,
se aislaba un producto púrpura. La gran suerte de Perkin fue que la
anilina estaba impurificada por una mezcla de toluidinas, ya que sin
este producto la formación del colorante no tiene lugar. Pocos años
más tarde, Perkin lo comercializó con el nombre de Mauveina, siendo
el primero de los denominados de anilina (Figura 7).
FIGURA 7
No obstante, este dato es erróneo, pues el primero en preparar un
colorante sintético fue de nuevo Runge, al obtener el negro de anili-
na por oxidación de ésta. Finalmente, en la pugna desatada para la
fabricación de colorantes, la batalla fue ganada por Alemania, que
fundó la Badische Anilinen und Soda Fabrik en el año 1865. ¡La gran
carrera por los colorantes había comenzado!
Demos en este momento otro salto en el tiempo y vayamos hasta
los finales del siglo XIX. Un hombre absolutamente genial, médico,
judío y alemán, se embarca en el descubrimiento de un fármaco
antiluético que se comporte como la bala mágica, es decir, una sus-
tancia capaz de matar al organismo invasor y de respetar la vida del
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