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MIGUEL F. BRAÑA Y COLS.  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

    A finales del año 1493 surge una nueva enfermedad que aparece
entre las tropas francesas del Rey Carlos VIII, sitiadas en la ciudad
de Nápoles por el ejército de Fernando el Católico. Podemos imagi-
nar entre la soldadesca una escena como la descrita por Woody Allen
en su película La última noche de Boris Gruschenco, en la que un sol-
dado se acerca al médico militar para decirle: «Doctor, me ha salido
una pupita». El fenómeno se repetiría con frecuencia y la enferme-
dad se fue extendiendo rápidamente, de tal manera que dos años
más tarde de su aparición, ya constituía una plaga de grandes di-
mensiones. Los franceses la denominaron el Mal de Italia o Mal de
Nápoles, y los italianos la Enfermedad Francesa. Los españoles el
mal de las Galias.

    Como ocurre con frecuencia, todos se equivocaron a la hora de
establecer su origen. Muchos autores consideraron que la enferme-
dad se habría traído a Europa por un marinero que acompañó a
Colón durante su primer viaje. El citado individuo contagió poste-
riormente a un amigo, un soldado perteneciente a las tropas del
Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, el cual fue el porta-
dor hasta Nápoles, vía Barcelona. Es curioso señalar cómo una ver-
sión semejante, pero con viaje en sentido inverso, ha sido utilizada
para explicar la infección en USA del HIV, donde el responsable fue
un empleado de una compañía aérea.

    La tesis del origen americano de la sífilis se impuso rápidamen-
te, si bien con la enfermedad vino de América uno de los remedios
utilizados: el Palo Santo o Palo de Guayaco, que se tomaba en una
infusión, amarga y aromática, varias veces al día. Así, el mismo
Girolamo Fracastoro, bautizó la enfermedad en un poema de 1521
titulado Syphilis sive morbus gallicus, donde un pastor con ese nom-
bre «enferma de amor» y donde una Ninfa hace que brote la planta
citada que cura ese gran mal. Tal vez sea ésta la descripción más
poética del descubrimiento de una droga. Lo malo es que la droga
no tenía ningún efecto.

    El segundo tratamiento de la enfermedad se debe a que la sinto-
matología de la misma es fundamentalmente cutánea, debiéndose a
Giovanni de Vigo el primer ungüento mercurial. La utilización del
mercurio llevó a que los enfermos fueran tratados en el interior de un
tonel con la cabeza fuera, donde se introducía un brasero con ci-

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