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MARIO SAPAG-HAGAR  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

R. F. Skinner, del entorno. Piaget eligió prudentemente el camino
del medio y fue el primero en tomar en serio la cuarta dimensión de
la naturaleza humana: la dimensión temporal (3).

    Los genes permiten que la mente aprenda, recuerde, imite, esta-
blezca lazos afectivos, absorba cultura y exprese instintos. No son ni
maestros de títeres ni planes de acción ni tampoco son solamente
portadores de la herencia. Permanecen activos durante toda la vida
y se activan y desactivan mutuamente para responder al ambiente y
a la experiencia. Como bien dice Ridley, constituyen causa y con-
secuencia de nuestras acciones pero, a pesar de su inevitabilidad y
poder, no cabe duda de que los genes no están en contra de los par-
tidarios del papel del entorno sino, más bien, de su parte (3, 31).

    Los genes box, cuya función es trazar el plano del cuerpo durante
su desarrollo precoz, codifican para los «factores de transcripción»,
que son proteínas que se unen a una región específica del ADN lla-
mada «promotor», la cual está en una posición anterior al propio
gen. Los promotores actúan como interruptores, permitiendo que se
exprese o no el gen correspondiente. Es en los promotores, según
Ridley, donde los científicos esperan encontrar la mayor parte del
cambio evolutivo en animales y plantas (31).

    Se concluye que la evolución de las especies es una diferencia de
grado, no de clase, y sorprende el que los animales evolucionen adap-
tando los interruptores situados en el exterior de los genes (promo-
tores, etc.). Se puede así estimular la expresión de un gen cuyo pro-
ducto estimula la expresión de otro gen el cual suprime, a su vez, la
expresión de un tercero, y así sucesivamente. En esta pequeña cadena
se intercalarían los efectos de la experiencia. Algo externo —como la
educación, la alimentación, una riña, un fármaco, una carencia bio-
química o un amor correspondido, por ejemplo— puede influir en uno
de estos interruptores o promotores. De repente, el entorno puede
empezar a expresarse a través de la naturaleza (los genes).

    Así es como se puede explicar que una criatura tan paradójica
como el ser humano pueda tener una voluntad libre y, a la vez, estar
influido por el instinto, la cultura y el ambiente. Ahí yacen las raíces
del comportamiento humano y cómo los genes crean cerebros para
adquirir experiencia (3).

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