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RUBÉN LÓPEZ GARCÍA  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

gas: Maite Alda y Marisa del Pozo, quienes unían a su aptitud pro-
fesional un gran afecto hacia Antonio y hacia todos nosotros. Anto-
nio nunca me perdonaría si no dejara constancia, en un día como
hoy y en este marco singular, de su agradecimiento hacia estas dos
queridas compañeras.

    Soy consciente de que esta imagen profesional que acabo de
delinear sobre el devenir y las orientaciones de nuestro laboratorio
pueden sonar obsoletas en los tiempos que corren, donde se conju-
gan con dificultad, en demasiadas ocasiones, productividad científi-
ca y amistad. Pero, en contrapartida, mi relato aspira a colocar en
su justo lugar las coordenadas que en los años sesenta y setenta del
pasado siglo tenían que marcarse aquellos maestros, que ejemplariza
el caso de Antonio como ningún otro, para llegar a convertirse en los
auténticos pioneros e impulsores de la moderna Microbiología de la
que hoy disfrutamos. Y, así, animó nuestros temores, en los años
sesenta del pasado siglo, para que comprendiéramos y afrontáramos
el reto que suponía encaminar nuestros pasos hacia laboratorios de
excelencia fuera de nuestro país. Siempre nos preparó profesional-
mente para que, más pronto que tarde, adquiriéramos, a través del
conocimiento, la fortaleza imprescindible para seguir su envidiable
estela a la hora de formar nuevos microbiólogos y, ¡ahí es nada!,
para que creásemos grupos competitivos de investigación. Ésa, An-
tonio, fue tu cátedra personal enraizada en el afán de conjugar sa-
biduría y afecto, y desde la cual tus discípulos hemos procurado
ampliar las enseñanzas que de tí recibimos. Confiamos en no haber-
te defraudado demasiado a la hora de cumplir tus expectativas.

    Antonio publicó, si la memoria no me falla, más de dos centena-
res de trabajos científicos. Entre las líneas de investigación que ex-
ploró estaban la fisiología microbiana, una gran olvidada en la Mi-
crobiología de hoy, que algunos hemos tratado de recuperar para
que la biología molecular no nos impida olvidar con su pujanza que
trabajamos con seres vivos. Luego, vendrían los trabajos, en ocasio-
nes pioneros, sobre la incorporación de la ingeniería genética a los
microorganismos, y el reconocimiento internacional en este campo
se plasmó en la brillante organización que realizó como Presidente
del IV Congreso Internacional de Transformación y Transfección
Genética celebrado, excepcionalmente, en las salas del Palacio de
Carlos V en 1976 en la ciudad de Granada. Durante el acto de clau-

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