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GASPAR GONZÁLEZ GONZÁLEZ  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

con los mismos temas, hasta el punto de ser uno de los académicos
que con más entusiasmo avalaron mi ingreso en esta Real Academia,
para el que había sido propuesto por los Académicos De Jordana
Vicente, Vián Ortuño y Sanz Pérez.

    Estos son los títulos que, además de entrañables relaciones per-
sonales, justifican mi intervención en este acto; y debo añadir que
por razones de trayectoria profesional y académica, tendría mucho
que decir, más de lo que permite el espacio disponible, sobre las
aportaciones del profesor Segundo Jiménez a la docencia, la investi-
gación y la divulgación agrarias; aparte de otros aspectos de su po-
lifacética personalidad, que son tratados con mayor autoridad y
conocimiento por los académicos Domínguez Carmona y López
Mateos.

2. Formación, docencia agraria e investigación agroquímica

    El Doctor Segundo Jiménez fue un químico comprometido, digo
sí comprometido con la agricultura, con el medio ambiente y con la
sanidad; compromiso que desbordaba el campo de lo meramente
instrumental para moverse en el ámbito de los valores, de la ética;
porque una cuestión ética es la necesidad del dominio del uso de la
técnica y de las posibilidades de la ciencia en beneficio de todos. Y
como tal la analizaba, como luego veremos.

    Después de su licenciatura y doctorado en Ciencias Químicas, con
las máximas calificaciones en la UCM, y publicar diez trabajos de in-
vestigación sobre análisis químico en colaboración con los profesores
Burriel Martí y Ángel Vián, complementa sus estudios en 1963 gra-
duándose en el prestigioso ICADE —a donde acudía a cursos noctur-
nos para no desatender su actividad laboral— que le dio la impronta
económica que necesitaba, Segundo Jiménez, como antes José María
Albareda, y sus discípulos: Antonio Carpena, Ernesto Vieitez, Francis-
co González, etc., químicos como él o farmacéuticos, decidió poner
sus conocimientos científicos, básicos, al servicio de las técnicas agra-
rias y medioambientales. Para ello contó con la buena acogida del
referido profesor Albareda, quien le orientó para obtener una beca por
oposición del Instituto de Edafología en 1952, nombrándole poco des-
pués, Colaborador Honorario. Seguidamente, estimulado por los pro-

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