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FEDERICO LÓPEZ MATEOS  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

               Pues el olfato —me contestó a su vez— no será un proce-
          dimiento rigurosamente científico, pero es muy útil. Aún
          insistí en mi tozudez y le contesté una nueva tontería: ¿Y si
          no tengo olfato? Pues si carece de olfato —me dijo, terminan-
          do nuestro diálogo— tiene usted un handicap enorme para
          ser un buen químico. Y salió del laboratorio cerrando la
          puerta con cierto impulso.

               A la mañana siguiente, mientras realizaba el último ejer-
          cicio práctico, un empleado me hizo saber que el Doctor Vián
          quería verme. Al terminar el examen entré en su laboratorio
          y me dijo: ¿qué le pasó a usted ayer? Le contesté lo que pude
          y como pude; eso sí, con una buena dosis de humildad con
          la que intentaba hacer olvidar la pedantería del día anterior.
          Después añadió: No está usted peor que los demás. En el
          supuesto de que apruebe, ¿querría trabajar conmigo? En
          aquel momento por mi mente paso de todo: sorpresa, admi-
          ración, gratitud, reconocimiento tardío por el consejo que no
          había oído. No sé, mil cosas más».

    Hasta aquí Segundo Jiménez.

    Oigan ahora cuál fue la impresión que le causó a Don Ángel su
llegada al laboratorio:

               «La incorporación de Jiménez al INTA creo que fue un
          revulsivo en su formación, pues me parece que vio allí, en sus
          tareas junto a mí, otra dimensión de la Química, la que esta
          ciencia tiene cuando fuera de la pura especulación se proyec-
          ta en la indagación y aprovechamiento del para qué de las
          cosas. Lo que se llama tecnología. Ante un problema de re-
          formado de gasolinas para su adaptación aeronáutica, fue
          decisiva su aplicación y buen juicio para lograr un gel de
          sílice, como catalizador, con poros dimensionados a la medi-
          da de las moléculas que habían de sufrir la transformación».

    En paralelo con el trabajo en el INTA desarrolló la experimenta-
ción y elaboró su tesis doctoral en los laboratorios de Química Ana-
lítica de la Facultad y el 15 de enero de 1952 defendió brillantemente
su tesis doctoral titulada: «El empleo de bases diluyentes en análisis
espectral. Aplicación a la determinación de elementos traza».

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