Page 193 - 71_04
P. 193

VOL. 71 (4), 951-963, 2005  NECROLÓGICA DON SEGUNDO JIMÉNEZ GÓMEZ

Edafología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pa-
ralelamente colaboraba como ayudante de clases prácticas de las
enseñanzas de Química en la Escuela Técnica Superior de Ingenie-
ros Agrónomos; una triple entrada hacia un objetivo común: el
magisterio universitario y la orientación hacia la agricultura, camino
que no abandonaría nunca, aunque fuera compartido.

    Pero la iniciación eficaz de su vida activa se produjo a finales de
1949, cuando ganó el concurso para incorporarse como becario al
Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica.

    Fue destinado al laboratorio de Lubricantes por elección directa
de su Ingeniero Jefe, que era otra persona conocida y querida en
esta Casa, Don Ángel Vián Ortuño.

    Es bonito recordar cómo fue el encuentro entre estas dos exce-
lentes personas. Lo narró el propio Segundo Jiménez en la sesión
que se celebró en esta Real Academia en memoria de nuestro maes-
tro común:

               «Se había convocado un concurso para cubrir tres plazas
          de becario en el INTA, dotadas con la módica cantidad de
          500 pesetas mensuales. Éramos quince aspirantes y había
          que superar cuatro ejercicios, dos de ellos prácticos; lo que
          hoy no deja de sorprender si se comparan con los dos que en
          la actualidad se precisan para acceder a Catedrático de Uni-
          versidad.

               Al comenzar el tercer ejercicio, primero de los prácticos,
          apareció en el laboratorio Don Ángel Vián, a quien yo no
          conocía físicamente. Cambiaba impresiones con los concur-
          santes y al llegar a mí se interesó por el examen; le dije estar
          satisfecho, pues ya tenía identificado uno de los dos compo-
          nentes del problema —alcohol etílico— y creía tener bien
          orientada la del otro, aunque se me presentaban algunas
          dudas sobre si era aceite de ricino o ácido ricinoléico.

               ¿Para qué tiene usted el olfato? Me preguntó. Y en aquel
          momento mi mente se colmó de pedantería, o quizá mejor de
          inmadurez, hasta el punto de que le repliqué que conocía
          muchos procedimientos de análisis químico rigurosamente
          científicos, pero el olfato no figuraba entre ellos.

                            955
   188   189   190   191   192   193   194   195   196   197   198