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VICENTE VILAS SÁNCHEZ AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Recuerdo que Don Pablo me llamó para decirme que un farma-
céutico muy afín a estas inquietudes de la ciudad de Granada, el
Señor Osorio, sugería que deberíamos visitar la Universidad de París
y en su Facultad de Farmacia las instalaciones y los métodos didác-
ticos de estas enseñanzas. Acepté gustoso, nos reunimos en París,
donde hicimos acopio de información, libros y equipamiento para lo
que sería nuestro futuro diseño de las enseñanzas. Anteriormente ya
había estado el Profesor Ortega, recogiendo información y bibliogra-
fía en esa Universidad.
Con toda la información adquirida y con la experiencia que ya
teníamos, proyectamos la creación de unas Escuelas de especialistas
en Óptica-Oftálmica y Acústica Audiométrica para Farmacéuticos.
Se diseño el modelo legal de la creación de las mismas, y se sometió
a la autoridad ministerial su aprobación. Hay que reconocer, como
ya se ha hecho reiteradamente, el agradecimiento de la corporación
farmacéutica a la personalidad de Don Federico Mayor, que siendo
ministro no dudó en aceptar estas sugerencias, que se plasmaron en
las órdenes ministeriales de su creación.
De esta manera se instituyeron las dos escuelas profesionales de
Óptica Oftálmica y Acústica Audiométrica, la de Santiago bajo la
quinta dirección de Don Pablo, y la de Barcelona de la que me en-
cargó el Rector, Doctor Don Fabián Estapé.
Estas iniciativas tuvieron una cierta contestación de otras profe-
siones, por lo que se agruparon los nuevos ópticos farmacéuticos en
una asociación que defendiera sus derechos, lo que impulsó la crea-
ción de una revista con la cabecera de «Audióptica» como órgano de
expresión de nuestras inquietudes. De dicha Asociación se nombra a
Don Pablo como presidente de la misma.
Por último comentaré una anécdota ocurrida más recientemente,
cuando ya se disponía la familia Sanz a marchar a Valladolid. Fui-
mos Don Amadeo Llano y un servidor a despedirnos del matrimonio,
a su casa, nos recibió Merche amablemente, como siempre, y nos
dijo que Pablo estaba durmiendo, le rogamos que no lo despertara,
pues por entonces sus facultades cognoscitivas estaban algo dimi-
nuidas, y podría darse el caso doloroso de que no nos reconociera,
pero ocurrió todo lo contrario. Se despertó, se levantó y gritó: «pero
si son Amadeo y Vicente». Salió y nos dio algo de conversación, cosa
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