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VOL. 70 (1), 125-145, 2004  LA FARMACIA EN EL PERIODO COLONIAL

Vegetales y Minerales, que son de donde salen todos los simples para
la composición de los medicamentos»(13). Definiciones similares
pueden encontrarse tanto en la edición de la Farmacopea matritense
de 1762 como en la primera edición en castellano de 1823 (14).

    En relación con la práctica que se realizaba en las boticas de este
reino, encontramos que para 1790 existían en la ciudad de México
36 boticas, con un responsable al frente acreditado como maestro
del arte. Completaban el personal de estos establecimientos tres
ayudantes, con título de maestros aprobados, 38 oficiales y 6 apren-
dices (15). La situación para los establecimientos del interior era
bastante distinta, ya que una buena parte de las boticas funcionaba
sin contar con encargados avalados por un título de Protomedica-
to (16).

    Por lo que respecta a los medicamentos que se ofrecían al pú-
blico, los registros de las visitas practicadas a las boticas nos
permiten hacer algunos señalamientos. Los visitadores comisiona-
dos por el Tribunal emplean los nombres vulgares, no aparecen ni
la nomenclatura de Linneo ni la de Lavoisier, y se recetan raíces,
leños, cortezas, frutos, flores, semillas y yerbas. Se preparan bál-
samos, como el catholico anodino; gomas como el gálbano; espíri-
tus de vitriolo, lombrices y cuerno de ciervo; polvos de madre perla,
ojos de cangrejo y coral; purgantes de leche de tierra, Mecheocán
y Xalapa; emplastos de plomo, cinabrio y minio; tinturas de cochi-
nillas, canela y castor; sales de tártaro, tártaro vitriolado, sal
amoníaco, sal gema, nitro anthimónico, etc.; además de píldoras,
jarabes, confecciones, aceites, ungüentos, aguas compuestas y con-
servas. Por lo concerniente a los libros que se usaban para consul-
ta, se encontró la Palestra farmacéutica de Palacios, el Curso chí-
mico de Lemery, la Pharmacopoeia matritensis, la Farmacopea
bateana, el Tirocinio farmacéutico y los libros de Loeches, Dioscó-
rides y Fuller.

    En relación a los textos encontrados en las farmacias de la
Nueva España, en los años próximos al establecimiento del jardín,
muestran que se trataba de libros bastante antiguos, como es el
caso del Tirocinio farmacéutico, del libro de Loeches y de las obras
de Dioscórides y Fuller. Por lo que concierne a la Palestra farma-
céutica chímico-galénica de Félix Palacios, al Curso de chímica de

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