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VOL. 68 (4),  BOTICA Y FARMACIA EN EL QUIJOTE

sino como una especie de botica ambulante o, dada la condición de nues-
tro señor Don Quijote, a una botica de campaña transportada en las al-
forjas sin fondo de Sancho o habilitada en cualquier rincón de cualquier
aprisco, castillo, venta o palacio en los que fuera posible combinar “los
simples”.

Utensilios, enseres, técnicas de laboratorio, acciones terapéuticas, con-
fecciones magistrales y dermofarmacéuticas, palabras en uso y en des-
uso se te mostrarán, lector, en estas páginas sin descubrirte, por supues-
to, nada nuevo, pero dando, o intentado dar, a esta lectura del Quijote el
enfoque boticario, el enfoque farmacéutico que guarda para nosotros y
que, esperanzado, te ofrezco.

      Quiero advertir que no he abordado temas propiamente médicos ya
tratados por eminentísimos autores y doctores en Medicina; por otra
parte, mi escasa preparación no me lo permitiría. Sólo he trabajado, in-
sisto, en palabras, frases y, digamos, situaciones directamente ligadas a
nuestra profesión farmacéutica, más o menos reales, más o menos exa-
geradas, y sin abandonar nunca el hilo del relato cervantino ni la suce-
sión de las descomunales aventuras de Don Quijote.

      Espero, lector amigo, que te agrade lo que escrito está con el respe-
to y la devoción debidos a nuestro sin par hidalgo, tan necesitado, en
muchas ocasiones, de Atención Farmacéutica Primaria (en aquellos
años, Atención Boticaria) y que se correspondía con un Área Básica de
Salud tan extensa como los territorios recorridos por nuestro héroe, de-
bido a que aún no se habían transferido las competencias sanitarias co-
rrespondientes.

      No me resta más que rogar que se disculpen los muchos errores o
si algo falta o algo sobra. Poner de manifiesto que la ironía que puedan
destilar estas líneas de ninguna manera pretende ridiculizar Leyes, De-
cretos, Instituciones y, mucho menos, personas; que, únicamente, quie-
ren ser un vano remedo del humor que impregna las páginas de la novela
que glosamos. Y resaltar que sólo he pretendido hacer un trabajo íntimo
y emotivo, más que riguroso; pero, eso sí, siempre boticario. Conseguido
o no, a vuestra benevolencia lo presento.

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