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VALENTÍN GONZÁLEZ ANAL. REAL ACAD. FARM.
Esto se debe, fundamentalmente, a la falta de información que tiene el
público sobre la tecnología en general.
En efecto, el salto cualitativo, en modelo de vida, ha sido
espectacular en el último siglo, para las sociedades desarrolladas. El
desarrollo tecnológico ha propiciado, entre otras diferencias, el que se
duplique las esperanza de vida. La humanidad ha pasado de trabajar de
sol a sol, para cubrir precariamente sus necesidades elementales, a una
sociedad en la que proliferan las ofertas para ocupar el ocio.
Sin embargo, esta situación, ha propiciado otros problemas,
diferentes a los existentes hace un siglo: así, a la lucha de la humanidad
por conseguir los medios materiales para subsistir, se ha pasado a una
situación diametralmente opuesta, en la que, nuestras preocupaciones son,
entre otras, el medioambiente y los impactos producidos por algunas
tecnologías (radiación electromagnética, radiactividad, dioxinas, etc.)
Además, se ha extendido el síndrome NIMBY, acrónimo ingles de No
detrás de mi Casa (Not In My Back Yard) que, aunque nació contra el
emplazamiento de centrales nucleares, hoy aparece en cualquier actividad
industrial. Nuestra forma de vida precisa de la energía; sin embargo, no
dejamos que se construyan instalaciones de producción cerca de nuestro
domicilio. La pasada primavera no fue posible construir centrales de
producción de electricidad en Tarragona y Valladolid, alimentadas con
gas natural y de ciclo combinado, por la oposición pública. Pero a este
público, que quiere seguir consumiendo electricidad, no le importa que
esa central se instale en cualquier sitio, con tal de que sea alejado, incluso,
aunque en lugar de una central de gas fuera una central nuclear: " Ojos
que no ven, corazón que no siente ", sin considerar que sus efectos -
invernadero para la combustión o contaminación e irradiación en caso de
accidente nuclear- se extenderían a todo el planeta, independientemente
de su localización.
Realmente, la humanidad no parece interiorizar que la sociedad
actual es posible gracias a los productos químicos -petroquímica,
fertilizantes, fibras artificiales y sintéticas- a los productos farmacéuticos
y en general a la tecnología que, para su desarrollo, precisa la energía.
Estas preocupaciones son muy diferentes, cuando se trata de
países del tercer mundo; así, en la primera Conferencia Internacional del
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