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VOL. 66, (4) 2000  UN SIGLO DE GENÉTICA

        Otro caso parecido es el del maíz transgénico producido por la
multinacional Ciba-Geigy (hoy Novartis). Este maíz, además de resistente
al glufosinato de amonio (que es componente activo del herbicida “Bas-
ta”), lo es también al “taladro”, un insecto (Ostrinia nubilabis) que horada
el tallo de la planta destruyéndola. La resistencia la produce el gen proce-
dente de la bacteria Bacillus thuringiensis que, como se ha señalado ante-
riormente, produce la proteína Bt que es tóxica para la larva de los dípte-
ros. El problema que puede presentar este maíz transgénico es que la ma-
nipulación genética realizada ha unido el gen Bt a otro gen utilizado como
marcador genético que produce resistencia a antibióticos beta-lactámicos
(incluyendo la ampicilina). Los movimientos ecologistas han alertado
sobre la posibilidad de que las bacterias del tracto intestinal animal y
humano puedan incorporar directa o indirectamente la información gené-
tica que da la resistencia a tales antibióticos, con el consiguiente peligro
sanitario. En este aspecto hay que decir que no hay evidencia científica
alguna de que ello pueda ocurrir en la práctica aunque fuera teóricamente
posible28. Podría decirse que la probabilidad es cero. En lo que todos es-
tán de acuerdo es en señalar que mucho más peligroso que las plantas
transgénicas portadoras de construcciones genéticas con marcadores de
resistencia a antibióticos puede ser la utilización masiva de antibióticos en
la cría animal.

        La comercialización del maíz transgénico está autorizada en los
Estados Unidos (donde supone un 33% del maíz cultivado), Canadá, Ja-
pón y también en la Unión Europea desde Enero de 1997.

        En este contexto es importante señalar que, en una estimación glo-
bal de 199829, el 33% del comercio mundial de semillas, que suponía
unos 23.000 millones de dólares, estaba controlado por las diez primeras
empresas del mundo, de las que solamente las tres más importantes (Du-
Pont, Monsanto y Novartis) representan un 20% del total. Además, las
cinco compañías más importantes (AstraZeneca, DuPont, Monsanto, No-
vartis y Aventis) controlan el 60% del mercado mundial de pesticidas, el
23% del mercado de semillas y, prácticamente, el 100% del mercado de
semillas transgénicas. Por otro lado, las diez primeras empresas agroquí-
micas del mundo controlan el 91% del mercado mundial. Todos estos
datos de concentración de poder económico en la agricultura plantean

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