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VOL. 66, (3) 2000  RIPS E INMUNOTOXINAS CONTRA EL CÁNCER

              No estaría quizás hoy aquí si el malogrado Dr. David Vázquez
no me hubiese orientado hace ya 25 años hacia el estudio de la biosíntesis
de proteínas, tema este sobre el que continúo estudiando. Por lo tanto
agradezco también al Dr. David Vázquez, cuya talla científica no voy a
descubrir hoy aquí, la oportunidad única e inestimable que me brindó
hace ya tanto tiempo. Agradezco también al Dr. D. Juan Modolell Mainóu
su dirección en mi etapa formativa y su rigor científico que me han
influido positivamente durante todos estos años. Mi agradecimiento se
extiende también al Prof. D. Roberto Parrilla Sánchez, con cuyo trato
adquirí una visión de conjunto de los procesos fisiológicos, que me ha
ayudado a comprender gran cantidad de fenómenos de los seres vivos.
Durante los años de mi carrera académica he contado con la inestimable
ayuda de colegas y amigos sin cuyo trato enriquecedor muchas veces
hubiese renunciado a la dura labor que supone la dedicación a la docencia
y a la investigación, como todos ustedes saben bien, y en particular en las
Universidades de provincias.

              Mi actividad investigadora ha versado sobre diversos temas
más o menos relacionados con la biosíntesis de proteínas. Hoy quiero
presentarles de manera forzosamente sucinta la actividad que me ha
ocupado los últimos 10 años, esto es, la investigación sobre las proteínas
inactivadoras de ribosomas de origen vegetal, proteínas que como
veremos están influyendo de modo decisivo en la terapia experimental de
diversas enfermedades en particular del cáncer.

              En 1978 el defensor de los derechos humanos Georgi Markov
fue asesinado en las calles de Londres mediante un pinchazo en la pierna
con la punta de un paraguas. Markov murió a los pocos días entre agudos
dolores sin que se pudiese hacer nada por salvar su vida (1). Una
profunda investigación reveló que la punta del paraguas contenía una
minúscula cantidad de ricina, una poderosa toxina proteica aislada de las
semillas del ricino (Ricinus communis) por Stillmark en 1889 (2). Pero no
fue hasta la década de los setenta de nuestro siglo, exactamente en 1975,
en el laboratorio del Dr. David Vázquez, cuando se descubrió que su
acción sobre la biosíntesis de proteínas se ejercía de manera catalítica e
irreversible (3). La ricina es hoy en día cabeza de serie de una familia de
proteínas que comparten con la ricina el mismo efecto sobre la síntesis de

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