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Péptidos,
lagartos
y
diseño
de
fármacos…
1.
INTRODUCCIÓN
La
diabetes,
en
especial
la
de
tipo
2,
es
una
enfermedad
crónica
y
progresiva
que
se
caracteriza
por
la
resistencia
de
los
tejidos
periféricos
a
los
efectos
metabólicos
de
la
insulina.
Requiere
tratamiento
de
por
vida
y
se
ha
descrito
como
una
epidemia
de
ámbito
mundial
que
actualmente
afecta
a
unos
250
millones
de
personas.
El
coste
humano,
económico
y
social
asociado
a
sus
complicaciones
hace
que
esta
enfermedad
sea
una
de
las
que
plantea
consecuencias
más
serias
en
términos
de
salud
pública.
Pese
a
ello,
hasta
hace
unos
años
no
se
disponía
de
alternativas
terapéuticas
a
los
fármacos
tradicionales.
Las
terapias
convencionales
de
la
diabetes
de
tipo
2
se
han
centrado
en
elevar
los
niveles
plasmáticos
de
insulina,
bien
por
administración
directa
de
esta
o
mediante
el
empleo
de
fármacos
capaces
de
incrementar
su
secreción
(antidiabéticos
orales),
incrementar
la
sensibilidad
a
la
insulina
de
determinados
tejidos
o
reducir
la
absorción
de
carbohidratos
en
el
tracto
gastrointestinal.
Estos
fármacos
tradicionales
no
son
óptimos
y
dejan
sin
tratar
muchos
aspectos
importantes
de
la
diabetes,
tales
como
la
reducción
de
la
sensibilidad
de
las
células
b
a
la
glucosa,
la
disminución
en
el
número
o
funcionalidad
de
las
células
b
o
el
incremento
de
la
producción
de
glucosa
por
la
vía
de
la
gluconeogénesis
a
causa
de
un
incremento
en
la
secreción
de
glucagón.
Además,
los
tratamientos
convencionales
suponen
un
serio
riesgo
de
inducir
episodios
de
hipoglucemia.
P
or
todos
estos
motivos,
el
desarrollo
de
nuevos
fármacos
antidiabéticos
se
puede
considerar
de
una
importancia
crucial
(1,
2).
Para
poner
el
presente
artículo
en
su
contexto,
resumimos
en
la
Tabla
1
las
principales
aproximaciones
actuales
al
tratamiento
de
la
diabetes
de
tipo
2
(3).
De
ellas,
vamos
a
centrar
nuestra
atención
en
los
fármacos
relacionados
con
las
incretinas,
principalmente
en
los
agonistas
del
receptor
de
GLP--1
y
en
los
inhibidores
de
dipeptidil
peptidasa
IV
(4).
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