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trabajo serio y bien realizado en vertiente de investigación. Durante tiempo la
investigación en Valencia, si no estaba realizada por él, de alguna manera procedía de él
o de su grupo.
Eran tiempos difíciles para investigar, cuando él comenzó. Cuando uno decía
que quería investigar, o hablaba de investigación, incluso honorables profesionales, casi
no terminaban de comprender de qué se estaba hablando. Los créditos eran muy escasos
y muy escasas las becas y las ayudas. Evidentemente, no había grandes recursos
después de una guerra, pero, además, había también que propiciar y preparar el
ambiente y las mentalidades para poder comprender el alcance y la importancia del
trabajo de investigar. Por ello, la labor realizada con seriedad por la gente de la
generación de D. Eduardo, hay que ser viejo para, verdaderamente, comprenderla. Esas
generaciones abrieron paso y prepararon las mentalidades para los que seguimos en
dicho esfuerzo. No, no es verdad que era fácil, o más fácil entonces, como dicen
algunos jóvenes. Nunca es fácil, pero en aquel tiempo hubo que prepararlo todo. Y hubo
que hacerlo con gran esfuerzo y con honestidad.
Fue por los conocimientos míos sobre la investigación en Valencia por lo que
después de mi formación en París y de haber sacado ya una plaza de entrada al Consejo,
que se llamaba de Ayudante Científico, en el Patronato Alfonso el Sabio, el Patronato
que abarcaba a todos los Centros Mixtos ubicados en la Universidad, llegué a Valencia
en 1967-68 y pensé en trabajar en Agroquímica con el Dr. Primo.
Pero mi formación era en biomedicina, por ello tuve que pasar primero por la
experiencia de trabajar en la Facultad de Medicina que tenía una delegación del
Consejo. En donde yo, además, había realizado, al acabar mi carrera, mi Tesis Doctoral
con el Prof. García-Blanco. Pero García-Blanco ya no estaba, se había jubilado y su
laboratorio estaba totalmente desguarnecido. Yo, además, tenía, debido a mi reciente
traslado a Valencia, toda una serie de problemas administrativos.
Problemas ficticios, derivados, en el fondo, de la gran escasez de vacantes en el
Consejo, sobre todo en ciudades pequeñas situadas fuera de Madrid. En el Consejo las
plazas, se otorgan a personas, a un currículum, y si esa persona se traslada o se muere
no crea vacantes en el Centro donde trabaja, porque o se lleva la plaza, si le conceden el
traslado o, si desaparece, pasa a un reservorio, y dicha plaza se cubrirá por otra persona
con méritos suficientes, demostrados además en una oposición. En principio la plaza es
a persona no a Centro.
Pero cuando hay muy pocas vacantes, muy pocas dotaciones, como entonces,
aunque te concedieran el traslado, había problemas ficticios que creaban gentes del
Centro que querían quedarse con tu plaza. En fin, la primera vez que visité a Primo y lo
conocí en el Instituto de Agroquímica le pedí que quería trabajar en su Centro, ya que
en Medicina era imposible hacer nada, y le conté, justificando la historia con
documentos y curriculum, mis problemas administrativos. Recuerdo perfectamente lo
que me dijo: “lo que Vd. me cuenta de su plaza, lo que quieren hacer, no es legal y, por
tanto, yo no lo voy a consentir en el Consejo. Si usted no puede trabajar en Medicina
puede hacerlo aquí, que es un Centro Propio del CSIC. Vuelva la semana que viene”.
Cuando volví me dijo: “he estado en Madrid, ya le dije que lo de su plaza no es
legal se arreglará, ¿pero quiere Vd. empezar a trabajar aquí mañana? el tiempo pasa…”.
Y comencé en el Departamento de Investigación Fundamental, con Andrés Casas al
frente de él. La mano derecha de Primo.
Siempre me entendí con D. Eduardo. Se tenía la sensación de hablar con alguien
que inspiraba confianza porque decía la verdad, no perdía el tiempo, era eficaz.
En el Departamento de Investigación Fundamental nos llovían los problemas de
todas las Secciones del Instituto: la tristeza del naranjo, los problemas del arroz