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VOL. 73 (4), 1047-1078, 2007  DESARROLLO DE VACUNAS CONTRA EL VIH/SIDA

muestra signo alguno de abatimiento. Su impacto trasciende dife-
rencias de género, de edad, de orientación sexual, de estatus so-
cioeconómico o nacionalidad (1).

    Un 95% de las nuevas infecciones por VIH se da en los países en
desarrollo y África se lleva una parte completamente desproporcio-
nada de la epidemia, lo que supone casi dos tercios del total global
de personas que viven con VIH/SIDA, pero sólo un 10% de la pobla-
ción mundial. Las diferencias geográficas y económicas de esta en-
fermedad son evidentes, donde mas del 95% de los casos y 95% de
las muertes por SIDA ocurren en el tercer mundo (70% en África),
sobre todo entre jóvenes adultos, con un incremento progresivo entre
las mujeres (OMS, 2005). Es dramático contemplar cómo en África,
región sub-sahariana, la epidemia sigue extendiéndose y que en
muchos países los porcentajes de personas infectadas y con SIDA
son muy elevados, lo que tiene efectos devastadores para las familias
y para la economía productiva (2, 3). España continua siendo el país
con mayor número de personas infectadas por el VIH de la Unión
Europea (UE).

    La pandemia del SIDA se ha convertido en una de las grandes
crisis no sólo de salud pública, sino también de desarrollo global. En
muchos países, el SIDA está destruyendo los avances en desarrollo
tan duramente conquistados durante las ultimas décadas: el SIDA
lleva a las familias a la pobreza, disminuye la esperanza de vida,
incrementa sin descanso el número de huérfanos, infla los gastos
sociales y sanitarios y debilita las economías de unos países que se
ven incapaces de ser partícipes del desarrollo económico global. Esta
erosión constante continuará a menos que consigamos frenar la
extensión del SIDA, particularmente en Asia y en África.

    Los programas de prevención existentes han ralentizado la exten-
sión de nuevas infecciones en algunos lugares, pero son incapaces de
frenar la extensión de la pandemia. Los descubrimientos en trata-
mientos han producido terapias importantes contra el SIDA, pero
estos fármacos no constituyen una cura, y su coste y complejidad de
uso los sitúan fuera del alcance de la inmensa mayoría de las per-
sonas que los necesitan en el mundo en desarrollo.

    La necesidad de asegurar el acceso a tratamientos para los millo-
nes de personas que ya sufren de SIDA ha de ser prioridad absoluta

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