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VOL. 71 (4), 1023-1032, 2005  NECROLÓGICA DON ÁNGEL SANTOS RUIZ

con la Iglesia, al final de su vida de trabajo, ya maduros, al conocerla
mejor, han expresado su admiración y respeto por lo que ella repre-
senta. Miguel de Unamuno, Cervantes, Juan Ramón Jiménez,
Newton, Faraday, Max Planck, Leonardo da Vinci, Dante Alighieri y
Einstein, con un largo etcétera, consideraban que la causa del Uni-
verso y de las Leyes de la Ciencia es Dios. Hemos escuchado o leído
que científicos de prestigio se han expresado en el mismo sentido.
Algunos de los aquí presentes hemos conocido al científico Ribas
Marqués, que decía, sintetizando al máximo como químico orgáni-
co, en la madurez al final de su vida: «yo sólo creo en dos cosas, en
Dios y en este Papa», a la sazón Juan Pablo II. El eminente farma-
cólogo García Valdecasas, que fue de la Universidad de Barcelona, al
ser entrevistado por nuestro compañero académico, brillante cientí-
fico, Juan Tamargo, manifestó, en la Revista de Ciencias de la Salud:
EIDON en su número 10 del año 2000: «Yo todavía soy religioso, y
creo que el mundo en el cual vivimos y todo lo que somos lo ha
hecho Alguien, no es producto de la casualidad». El reciente histo-
riador Laín Entralgo hacía suyas las tesis de los pensadores españo-
les del siglo XX: Unamuno, Ortega, Zubiri y Julián Marías, coinci-
dentes en considerar al hombre como titular de una vida que no
muere con la muerte.

    Haciéndonos eco de la comunicación en esta Academia del cien-
tífico Losada Villasante, sobre la importancia de la luz entre Dios y
los hombres o la vida humana, señaló que en las ciencias biológicas
experimentales, la luz representa el inicio de la vida en las plantas,
y de ellas dependen los animales y los seres humanos, como relató
el citado investigador. En las interesantes y amenas publicaciones de
nuestro compañero Académico González de Posada, sobre los gran-
des físicos, leemos que Einstein estableció que la radiación transmi-
te inercia (masa) entre los cuerpos que emiten y absorben energía,
y que puede asegurarse que los cuerpos cuyo contenido en energía
es variable en alto grado, como las sales de radio, pueden confirmar
su teoría. Habría que implicar los compuestos de hierro, los más
numerosos en la cadena de transporte de electrones en nuestro or-
ganismo, que acogen y transfieren los electrones, y que en su movi-
miento, debido a los gradientes de potencial redox de sus moléculas,
producen la necesaria energía vital. La luz es radiación y la radia-
ción y la luz son dos caracteres decisivos en la Sagrada Escritura y

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