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VOL. 71 (4), 1023-1032, 2005  NECROLÓGICA DON ÁNGEL SANTOS RUIZ

criadero, instalación radiactiva o seminarios. Al dejar el Instituto
por pasar a dirigir el Área de Toxicología del Instituto de Salud
Carlos III, éramos Jefes de Unidad en la década de los ochenta:
María Cascales, Pilar González, Ana María Pascual-Leone, Eva Pala-
cios, Blanca Feijoo, Manuel Benito de las Heras, José María Cule-
bras, Fernando Escrivá, Ángel Giménez Solves, M.ª Teresa Miras
Portugal, Carlos Martínez Honduvilla y Manuel López Pérez. Todos
debíamos dar cuenta de ello, en las frecuentes reuniones, de una
forma armoniosa. Haciendo un parangón con los compositores
musicales con Don Ángel, no nos sentíamos intimidados por gestos
sonoros, expresivos o vivaces, de una mentalidad beethoveniana, ni
mucho menos expresaba gestos emotivos, ni marciales vibrantes y
altisonantes, como la música de Chaikovski. Don Ángel era clasicis-
ta, nos trataba con una delicadeza y finura semejante a la manifes-
tada por Haydn, y como la exquisitez, en su faceta musical, de
Mozart. Su sabiduría la constaté también en su avanzada edad, en
un ágape, me fijé que no tomaba nada de las mesas, al preguntarle
si le acercaba algo de comida o canapés, me replicó elevando su
mano con la copa de vino tinto: «esto es lo menos malo, muchas
gracias Bartolomé, no deseo nada más». Con todo ello, Don Ángel ha
marcado el rumbo de numerosos profesionales. Veíamos que en el
Instituto de Bioquímica, hacía y vivía lo que decía organizadamente.
Su filosofía era que como personas racionales, inteligentes y unidas,
siempre debíamos ser capaces de encontrar convergencias y de re-
solver los problemas. Tenía una virtud muy destacable: su capacidad
de conciliar todos los puntos de vista, de buscar siempre el acuerdo
y el entendimiento. Su ejemplo nos ha sido útil en la vida profesio-
nal y en la familiar, en nuestros propios hogares. En realidad, el
cristiano se halla arropado por la gran familia humana y espiritual.
Como mallorquín, alejado de la mía, tomé buen ejemplo, y hoy, en
esta sesión, vemos cómo Don Ángel construyó su hermosa familia
aquí presente. Él está en el otro lado, en el paraíso. ¿Quién asegura
que no existe? Dejémoslo a la reflexión con libertad para cada uno,
como lo practicaba Don Ángel.

    Me sentía amigo de Don Ángel, y le comunicaba mis expectativas.
Él no contestaba con un deber o una negación, sino con una re-
flexión. Era un hombre liberal y se le podía pedir consejo. Cuando
le manifesté la invitación y el apoyo disponible para optar a una

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