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VOL. 71 (4), 979-989, 2005 NECROLÓGICA DON SEGUNDO JIMÉNEZ GÓMEZ
pese a lo cual se mostró agradecido a quienes se los otorgaron, los
cuales se honraban a si mismos con la justicia con la que los con-
cedieron a Segundo. Segundo no trabajaba en pos de honores ni de
gratitudes, sino movido por su elevado sentido del deber. Su catego-
ría humana supera, si cabe, a sus méritos científicos. Generalmente
concedemos a estos a la situación social o académica y de verdad,
lo que queda es el calor de la amistad encendido por las cualidades
humanas.
Hombre de convicciones profundas basó su vida en su compromi-
so con ellas, teniendo siempre presente los más altos valores en los
que fue educado y en los que profundizó para ser mejor con sus se-
mejantes, que es el mejor modo de serlo consigo. En sus relaciones
sociales Segundo no utilizaba la violencia, ni en el dominio de la fuer-
za para resolver conflictos, sino el diálogo basado en la razón, porque,
desde la época de Sócrates, el pensamiento y la reflexión necesitan ser
impulsadas por el diálogo racional y la discusión crítica.
Segundo infundió en su vida el cristianismo, asume la antropo-
logía bíblica para enseñarnos a ser «verdaderamente un hombre».
San Agustín lo expresó: «Más grande que cualquier milagro que Dios
pueda hacer a favor del hombre es el hombre mismo». El hombre
está hecho para Dios, lo que Zubiri llamó religatio, ligazón honda y
sustancial, llamado a una plenitud de vida presente y futura». Con-
cretándome al Doctor Jiménez como Académico y aunque no sé si
tengo derecho a divulgar cosas y hechos que conozco de Segundo a
través de confidencias, pero pienso que si él confió en mí, simple-
mente por ser su amigo, en esa categoría estáis todos incluidos. Con
ese espíritu como buen discípulo en sus continuas visitas a su maes-
tro enfermo le hacía ver que la vida no termina con la muerte, que
ese conocimiento no es un consuelo para ignorantes, un opio para
desesperados, sino la culminación de la Creación; fui testigo de la
alegría de Segundo al ir comprobando que el descreimiento de su
maestro era más superficial que real. En nuestras conversaciones
hablábamos de todo, hasta de política. Una frase que me impactó en
el curso de una conversación sobre la relación del hombre con Dios:
«Si Jesús no hubiera sido Dios, su ejemplo debería ser aún más
meritorio y valioso para nosotros».
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