Page 219 - 71_04
P. 219

VOL. 71 (4), 979-989, 2005  NECROLÓGICA DON SEGUNDO JIMÉNEZ GÓMEZ

como Catedrático de Universidad, máxima categoría docente, a la
que se ha querido y se sigue intentando desprestigiar por los pedan-
tes y arbitristas. El Profesor Jiménez tenía la vocación de la docencia
y aquí siguió, con la siembra fecunda de la misma, enseñando y
formando a los estudiantes que, libres de la necesidad de aprobar,
seguían animados por el amor al saber, recibiendo las enseñanzas
del maestro. Segundo no sólo sabía, sino que sabía demostrarlo, lo
que para Baltasar Gracián era valer dos veces. Enseñaba al transmi-
tir sus conocimientos, pero sobre todo con su actitud ante la ciencia
y la vida. En sus clases y disertaciones despertaba interés y curiosi-
dad, ya que como dijo Anatole France: «el arte de enseñar no es otra
cosa que el arte de despertar la curiosidad». Un maestro es siempre
el transmisor del pensamiento y de las ideas, capaz de mantener
latente el rescoldo que alimenta permanentemente la laboriosidad y
del que surge la llama que ilumina la creatividad. Segundo amaba a
la Universidad, en la que se había formado y a la que se incorporó
como profesor, una Institución comprometida con la verdad, que
crea Ciencia, que cultiva la razón, el método y la crítica. Una carac-
terística de la docencia universitaria es que siempre se enseña a
jóvenes que se van renovando continuamente de promoción en pro-
moción, año tras año sin envejecer. La permanente juventud de sus
alumnos rejuvenecía a Segundo y lo mantenía joven de espíritu en
la Universidad Politécnica de Madrid y en los Cursos de Verano de
la Complutense. En esa misma línea de vocación docente deseo
destacar ante ustedes la tarea docente que desarrolló en Lanzarote
al igual que hicieron numerosos académicos. Nuestro compañero, el
Académico Correspondiente, Profesor González de Posada, había,
además de haber creado una importante Academia Científica, «de
las Ciencias y las Ingenierías», organizado durante nueve veranos un
total de 270 cursos sobre muy diversos y siempre importantes temas
que habían llegado a constituir una auténtica Universidad, que llevó
a esa interesante isla, el espíritu universitario, del que por su aisla-
miento adolecía. En esa Universidad tuve el privilegio de impartir
con el Profesor Jiménez, durante tres veranos, una serie de cursos
dirigidos especialmente al ambiente y a sus efectos sobre la salud;
nos repartíamos los temas, no de acuerdo con nuestro conocimiento
de los mismos, pues en todos ellos me aventajaba Segundo, sino de
lo que considerábamos más conveniente para los alumnos; cuando
yo no había aún empezado a redactar mis temas, Segundo ya tenía

                            981
   214   215   216   217   218   219   220   221   222   223   224