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MARÍA TERESA MIRAS PORTUGAL  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

    Era la época de los alumnos internos y pasé con éxito un examen
para ser admitida como tal en la cátedra de química inorgánica. Una
vez en el laboratorio, los jóvenes investigadores, Florencio y Pacolas,
que realizaban la tesis doctoral con don Jaime, se quedaron, según
ellos, escasos del óxido de deuterio, D2O, también conocida vulgar-
mente como agua pesada. Como estaban muy ocupados, me pidie-
ron que, por favor, me acercara a la Cátedra de Física, que estaba en
la misma planta, a pedir un litro del susodicho líquido, dándome a
tal efecto un vaso de precipitados. Alegre y confiada, y además de-
seando ser útil en tan noble tarea, me acerqué a la Cátedra de Física,
Fisico-química y Técnicas Instrumentales a realizar el encargo. Me
recibió otro joven, el Profesor Miñones, quien muy amablemente me
dijo que él me la daría encantado, pero que por respeto y buen
proceder debería de solicitarla al nuevo catedrático, Don Pablo, que
había llegado de Madrid. Me introdujo muy cortésmente en el des-
pacho de Don Pablo, donde sin ningún asomo de duda, con absoluto
desparpajo y naturalidad procedí a solicitar el óxido de deuterio.
Don Pablo pasó de la sonrisa amable del recibimiento al más abso-
luto de los enfados, diciéndome, entre otras cosas: que los estudian-
tes de hoy día ya no eran como los de antes, que no teníamos nivel
para estar en una facultad y que había una falta de respeto total
al trabajo del profesor (recuerden que esto ocurría en el año 1965
y algunos profesores siguen diciendo lo mismo hoy día). Pero si-
gamos, yo no entendía nada, traté de mantener mi dignidad, aun-
que bien podía haber llenado el vaso de lágrimas, el de precipitados,
de lo mal que me encontraba. Entre la cara de asombro que debí de
poner y la media sonrisa del Profesor Miñones, Don Pablo cayó en
la cuenta del pardillo/o pardilla que le habían enviado, la novatada
había sido doble y él la segunda víctima. Me dijo: vállase, vállase, y
una vez entornada la puerta del despacho, escuche al otro lado la
más sonora de las carcajadas, sin lugar a dudas de Don Pablo. Lue-
go, cuando me encontraba en clase o en prácticas me preguntaba si
ya tenían agua pesada los de química.

    Por vergüenza me documenté a posteriori de todo lo referente al
agua pesada y comprendí que una cosa eran los libros, en donde
todo existía y era accesible, casi como en sueños, y otra la realidad
de lo disponible, y que por agua enriquecida en deuterio se habían
invadido países en la segunda guerra mundial.

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