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VOL. 66, (4) 2000  UN SIGLO DE GENÉTICA

en genes distintos con objeto de identificar cuáles eran o no esenciales para
la vida de la célula bacteriana. La conclusión que obtuvieron fue que, de los
480 genes codificantes para proteínas en Mycoplasma genitalium,
solamente entre 265 y 350 son esenciales para el crecimiento de la bacteria
en las condiciones de laboratorio, incluyendo entre ellos unos 100 genes de
función todavía desconocida. La existencia de este centenar de genes
esenciales cuya función no es conocida podría indicar que aún no se han
descrito todos los mecanismos moleculares básicos implicados en la vida
de las células.

    Otra conclusión que extraen Venter y colaboradores de su experimento
es que el juego de genes esenciales no se corresponde exactamente con el
genoma mínimo, ya que genes que son individualmente dispensables
pueden no serlo simultáneamente.

    Como conclusión final de su trabajo, Venter y colaboradores indican
que su investigación representa la etapa inicial de la posible construcción
artificial de una célula con un genoma mínimo esencial capaz de
desarrollarse en condiciones de laboratorio. Para poder identificar el juego
mínimo de genes esenciales apuntan la posibilidad de construir y ensayar
un cromosoma artificial tipo “casette” construido con los supuestos genes.
No obstante, dicen los autores que dicho experimento no se hará sin una
deliberación ética previa. Ante este requerimiento, en el mismo número de
la revista Science, Cho y colaboradores publican un artículo que discute los
aspectos éticos y religiosos de la cuestión10.

    Simplificando mucho la cuestión, podría decirse que para ser
“creadores” de una nueva forma de vida habría que sintetizar
artificialmente una especie de membrana celular (lo cual es posible) e
introducir en ella, junto con el genoma mínimo construido también
artificialmente, los elementos moleculares necesarios para que se exprese.
En este contexto es importante recordar que para que se sinteticen las
proteínas codificadas por el ADN es necesario a su vez el concurso de
ciertas enzimas y otras proteínas; es decir, que se reproduce el círculo
vicioso de qué es antes si el huevo o la gallina, el ADN o las proteínas.

    A pesar de las enormes dificultades técnicas que implicaría el proyecto
de “jugar a Dios”, no debemos olvidar que la experiencia parece demostrar
–pensemos, por ejemplo, en el caso de la clonación– que para la Ciencia

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