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JUAN RAMÓN LACADENA  ANAL. REAL ACAD. FARM.

    En aquella fecha el Dr. J. Craig Venter expuso sus planes en la reunión
que la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS)
celebró en la ciudad de Anaheim, cerca de Los Angeles. Algunos meses
más tarde, el 10 de Diciembre de 1999, el Dr. Venter publicaba en la
revista Science9 los primeros resultados experimentales de su proyecto.
Sorprendentemente, los medios de comunicación no han percibido el
significado e importancia de la investigación realizada y del proyecto
futuro planteado. Este proyecto de “jugar a Dios” (el playing God inglés) es
el motivo de la presente reflexión.

    El enorme poder de la Biomedicina actual estriba, por una parte, en que
el científico puede “crear” la vida en el laboratorio mediante la técnica de
fecundación in vitro y, por otra parte, en la posibilidad de “tocar” los genes
y, por tanto, manipularlos. El investigador puede identificar los genes de
entre la masa molecular de ADN que constituye el genoma de los
organismos, puede caracterizarlos (leerlos), modificarlos, transferirlos de
unas células a otras, de unos individuos a otros o de unas especies a otras
(transgénesis).

    Cuando el científico realiza la fecundación in vitro puede originar una
nueva vida, pero no actúa como “creador” ya que esa nueva vida que
constituye el cigoto no ha sido creada de la nada, sino a partir de dos
células preexistentes: los gametos masculino y femenino. Podría decirse, si
se quiere, que el científico ha actuado como un dios menor. Sin embargo, la
Genómica puede deparar alguna sorpresa en el futuro.

    La Genómica funcional se plantea la cuestión fundamental de cuántos
genes son esenciales para la vida celular. Es decir, la pregunta ¿qué es la
vida? puede expresarse en términos genómicos como ¿cuál es el juego
mínimo de genes celulares esenciales?

    La comparación de los genomas de Mycoplasma genitalium (580.070
pb) y de Mycoplasma pneumoniae (816.000 pb) puso de manifiesto que
esta última tiene los mismos 480 genes (aunque más o menos
evolucionados) que codifican para proteínas que M.genitalium más otros
197 genes adicionales. Por ello, Venter y colaboradores trataron de
comprobar si los 480 genes comunes representan un juego esencial mínimo.
La técnica utilizada (mutagénesis global con transposones) consistió en
inducir con transposones en ambas especies un gran número de mutaciones

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