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VOL. 66, (4) 2000  NECROLÓGICA D. MANUEL MARTEL

        La mutua confianza con el Prof. Martel no quedaba reducida al
ámbito universitario, sino que trascendía al ámbito familiar. He vivido y
compartido sus afanes, sus alegrías y sus penas en el período de la vida
que nos mantuvo unidos, y que son recuerdos que pertenecen a nuestra
intimidad.

        Hay un hecho, sin embargo, que sí quiero relatar porque puede
servir para entender mejor la personalidad del Prof. Martel. Se trata de
que en un momento determinado percibe ciertas anomalías en su visión, y
también en este caso me pide que le acompañe al especialista para la
realización del examen y las pruebas correspondientes. Afortunadamente
aquello se resolvió satisfactoriamente, sin ninguna consecuencia.

        Este comportamiento yo lo interpreto en el sentido de que quería
evitar a toda costa cualquier sufrimiento a los suyos.

        El Prof. Martel era un hombre de una gran sensibilidad, que se
emocionaba con pequeñas cosas, y de ello pueden testimoniar los
componentes de la Tuna Universitaria de aquellos tiempos, quienes
sabían bien que la mejor forma de alegrar el ánimo del Prof. Martel, y de
paso conseguir las pequeñas cosas que requerían, era cantarle aires
canarios, y muy especialmente aquel de “palmero sube a la Palma...”

        Para un hombre de estas características ejemplares por su relieve,
debió ser un momento difícil el tener que abandonar la Universidad por
motivo de su jubilación. En nuestras conversaciones nunca se tocaba el
tema y en realidad lo que hacíamos era engañarnos con el pensamiento de
que ese momento no llegaría jamás, por no ser deseado por ambas partes.
Pero la realidad es que ese día, triste día, llegó y comenzó para él una
nueva etapa de su vida, aquella que se inicia a los setenta años.

        El Académico Julián Marías, en uno de sus excelentes artículos, el
titulado “Un proyecto para una edad nueva” (ABC, 27-5-2000) afirma
que “el siglo XX que termina ha añadido al horizonte vital acaso quince
años de vida, con añadidura de un frecuente buen estado de
conservación”.

        Suyas son también estas consideraciones: “se está dibujando una
figura de vida definida por la pasividad, la perpetuación de los proyectos
anteriores, sin imaginación ni intervención; un aterrador panorama de

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