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VOL. 66, (4) 2000 NECROLÓGICA D. MANUEL MARTEL
Su dedicación a la Universidad de Alcalá de Henares fue total, por
lo que para las personas con este talante, el designarle su dedicación como
exclusiva es decir poco y había que buscarle algo que definiese la realidad
de su esfuerzo y dedicación.
Otro rasgo, perceptible por cualquiera que entrase en contacto con
el Prof. Martel, era su bondad. He sido testigo de cómo cuantos acudían a
él en busca de soluciones para sus pequeñas y grandes cosas, sabían que
podían confiar en que el Prof. Martel procuraría por todos los medios su
solución.
Una anécdota de las vividas, bastará para ilustrar cuanto hemos
dicho anteriormente. Un cierto día un profesor que estaba pendiente de
realizar unas oposiciones a cátedra, acudió a su despacho para solicitarle
su ayuda, con el fin de que el presidente del tribunal, que debía fijar la
fecha de la convocatoria, no la demorase en exceso. Pues bien, esa gestión
que podía haber sido realizada mediante una llamada telefónica, la
resolvió el Prof. Martel diciendo al Vicerrector Prof. Ángel Romero y a
mí: “que os parece si nos vamos a Salamanca para entrevistarnos con el
Presidente del Tribunal”. Y allá que nos fuimos los tres y volvimos con la
convocatoria fijada y el asunto resuelto.
Al recordar esta anécdota, y tantas otras de las muchas vividas,
que podía traer a colación, me hace ver lo alejado que estaba el Prof.
Martel de aquellos que piensan que la reciprocidad es la base de la
cooperación humana, o lo que es lo mismo, que de todo cuanto hacemos
esperamos alguna clase de compensación.
Se suele contar, como representativo de esta forma de
comportamiento basada en la reciprocidad, la historieta de un Académico
a quien al preguntarle por las causas de su ausencia a la sesión
necrológica dedicada a la memoria de un colega, contestó “que al haber
muerto dicho colega, tengo la seguridad de que no acudirá a mi propio
funeral”.
El Prof. Martel que yo tuve la suerte de conocer era la antítesis de
los que así se comportan, hasta tal punto que hacía su norma de
comportamiento lo que nos dice San Mateo (Capítulo 6º, versículo 3º):
“Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que haga tu
derecha”. Aparentemente daba la impresión que olvidaba el hecho
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