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En relación con las medidas que pueden adoptar las
compañías farmacéuticas, con la aplicación de los Códigos
de Buenas Prácticas de Fabricación que se fueron
incorporando en los últimos años se apreció una sensible
mejora en cuanto a la utilización de materias primas
ambientalmente compatibles, así como en una gestión
bastante más eficaz de los residuos.
También se dieron pasos importantes en cuanto a la
prescripción de medicamentos, al utilizarse productos cada
vez más específicos así como la progresiva generalización
de las dosis individualizadas. De todas formas, en
determinados países como Suecia, se dieron pasos todavía
más innovadores al incluir entre las características a
considerar en relación con el medicamento, su previsible
comportamiento ambiental, publicando bases de datos con
sus relaciones CAP:CENOE, así como su degradabilidad y
biodisponibilidad (130).
La educación del consumidor en relación con la
utilización racional de los fármacos es una cuestión
fundamental, pues la eliminación de los productos no
utilizados o caducados debería de realizarse siempre
mediante los mecanismos establecidos en los diferentes
países para la eliminación de los residuos farmacéuticos
(131). Cuestión que todavía deja mucho por desear.
Finalmente, en el diseño de nuevos fármacos,
Kummerer, K. (132) así como antes lo hiciera Daugton,
G.C. (133), proponen la aplicación de los principios de la
“química verde” en el sentido de incluir entre los objetivos comercialización de medicamentos, implícitamente,
a desarrollar, el de un comportamiento más
ambientalmente compatible de los nuevos productos.
Kummerer muestra diversos ejemplos en los que la
búsqueda de determinadas dianas farmacológicas fue
compatible con un mejor comportamiento ambiental del
nuevo producto, proponiendo como la mejor opción de
futuro una farmacia “verde y sostenible” (134).
La farmacovigilancia según la OMS se ocupa de la
“detección, evaluación, comprensión y prevención de los
efectos adversos de los medicamentos o cualquier otro
problema relacionado con ellos” (135). Tradicionalmente
se orientó hacia los efectos adversos derivados del uso de
medicamentos humanos o veterinarios, pero en la
actualidad, se pretende también que este concepto se
amplíe hacia los efectos adversos sobre el medio ambiente
definiendo una nueva denominación, como
“ecofarmacología” (136) o “farmaEcovigilancia” (137). En
cualquier caso, esta concepción holística y ampliada de la
farmacovigilancia estaría orientada, también, a estudiar y
controlar los aspectos relacionados con la distribución y
consumo de medicamentos identificando aquellas áreas
donde determinados cambios podrían reducir la emisión de
APIs al medio ambiente (138).
Realizaría actividades orientadas hacia el conocimiento
del consumo y ciclo de vida de los medicamentos, así
como de su aparición en los diferentes compartimientos
del medio. Dado el elevado número da fármacos en el
mercado, se centraría la farmacoecovigilancia en un
número muy reducido de ellos, priorizados en relación con
su alto riesgo ambiental. Estos fármacos-testigo podrían
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Francisco Díaz-Fierros Viqueira
variar con la época o la zona, por lo que habría que diseñar
un proceso de monitorización flexible y adaptable a las
circunstancias tanto del consumo como de la emisión al
medio de los medicamentos.
La legislación europea, recoge ya estas implicaciones
ambientales en su Guía sobre farmacovigilancia de
medicamentos veterinarios (139), así como,
implícitamente, en su Regulación sobre Registro,
Evaluación, Autorización y Restricciones sobre Productos
Químicos (140) en la que se obliga a “minimizar el
impacto ambiental de nuevos productos sobre el ser
humano y el medio ambiente a lo largo de su ciclo de
vida”. Finalmente, en un documento remitido para
consulta a los estados miembros sobre los fármacos
contaminantes ambientalmente persistentes (EPPPs)
recomienda que en el año 2015 se desarrolle una estrategia
en relación con la contaminación del agua por productos
farmacéuticos y que en el 2017 se adopten las medidas de
mitigación oportunas, recomendando “la monitorización
de los medicamentos humanos y veterinarios en el medio
ambiente”.
En España, aunque todavía no se adoptaron
resoluciones concretas en relación con esta temática (salvo
alguna medida para la recogida y tratamiento de residuos
farmacéuticos, como el Plan SIGRE) el Real Decreto
1345/2007 que regula las solicitudes de autorización de
ampara este tipo de medidas de control y monitorización
ambiental en su artículo 6.h al exigir a los nuevos
productos: “Indicaciones sobre las medidas de precaución
y seguridad que han de adoptarse al almacenar el
medicamento, al administrarlo al paciente y al eliminar los
productos residuales, junto con la indicación de cualquier
riesgo potencial que el medicamento pudiera presentar
para el medio ambiente”.
8. CONCLUSIÓN
Un buen y actualizado resumen de la problemática que
se acaba de analizarse puede encontrar en la
documentación presentada el pasado diciembre (14-
17,12.2014) por la SAICM (Strategic Approach to
International Chemical Management), organización de la
OMS y UNEP, en el Workshop celebrado en Ginebra,
“Unwelt Bundesant”, 2014 (141). En ella se señalaba que
los medicamentos se encuentran en el medio ambiente en
todo tipo de países (en desarrollo, emergentes e
industrializados) y que los casos estudiados demuestran
que se pueden producir daños sobre los ecosistemas,
mientras que en lo relativo a la salud humana, de acuerdo
con los conocimientos actuales, no se esperan efectos
adversos. Consideran, de todas formas, que la escasez de
suficientes programas de monitorización supone un gran
reto para el futuro para poder dilucidar en qué medida las
bajas concentraciones de los medicamentos encontrados en
el medio pueden suponer un riesgo sanitario. Proponen,
finalmente, acciones globales adecuadas “para reducir la
entrada de los productos farmacéuticos en el medio
ambiente sin comprometer la efectividad, disponibilidad o
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