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Ciencia
y
simbiosis:
retos
y
logros
sea
mejor
opción
para
el
futuro
social
y
económico
del
país
el
invertir
en
conocimiento
que
recortar
el
presupuesto
en
ciencia.
Alemania
optó
por
ese
incremento
hace
unos
años,
en
plena
crisis
tras
la
desaparición
del
telón
de
acero,
y
de
sobra
es
conocido
que
el
éxito
de
la
economía
de
los
EEUU
tras
la
segunda
guerra
mundial
se
correlaciona
muy
bien
con
la
inversión
creciente
en
ciencia
en
sus
grandes
centros
universitarios
e
institutos
nacionales
de
investigación.
SOBRE
LA
SIMBIOSIS
Darwin
se
hubiera
quedado
atónito
si
le
hubieran
mostrado
que
aproximadamente
dos
kilos
de
la
masa
corporal
de
una
adulto
humano
es
microbiana.
Y
me
atrevo
a
sugerir
que
hubiera
reconsiderado
hasta
cierto
punto
la
importancia
que
la
simbiosis
--la
vida
íntima
entre
dos
o
más
especies--
y,
particularmente,
las
simbiosis
cooperativas
--aquellas
que
benefician
a
todos
los
actores
implicados--,
tiene
para
la
biología
y
la
evolución.
Pero
la
ciencia
de
su
tiempo
no
estaba
en
condiciones
de
poder
determinar
hasta
qué
punto
este
asociacionismo
permea
y
es
particularmente
importante
para
entender
el
mundo
viviente.
Hemos
tenido
que
esperar
al
advenimiento
de
la
genómica
y
el
acceso
al
mundo
microbiano
no
cultivable
para
darnos
cuenta
del
importante
papel
que
ese
mundo
juega,
por
ejemplo,
en
la
salud
humana
(5,6).
Pero
déjenme
que
les
relate
sucintamente
lo
que
considero
la
apasionante
historia
que
me
ha
llevado
a
estudiar
las
simbiosis
microbianas.
Y
empiezo
con
la
propuesta
para
secuenciar
el
genoma
de
una
bacteria.
Nos
situamos
en
la
década
de
los
noventa
del
siglo
pasado
y
el
proyecto
comportaba
un
reto
científico
y
tecnológico
sin
precedentes,
o
al
menos
así
era
como
yo
lo
percibía:
sería
el
primer
genoma
secuenciado
íntegramente
en
España.
Pero:
¿qué
organismo?
La
decisión
al
respecto
no
era
nada
trivial.
Y
como
tantas
veces
ocurre
en
ciencia
creo
que
la
oportunidad
está
para
quien
la
busca.
Hacía
tiempo
que
en
nuestro
laboratorio
trabajábamos
con
bacterias
que
viven
en
simbiosis
en
insectos,
concretamente
pulgones,
y
por
datos
propios
y
de
otros
teníamos
fundadas
sospechas
de
que
sus
genomas
serían
realmente
pequeños.
Claro,
si
las
bacterias
vivían
confortablemente
en
el
interior
de
células
especializadas
del
insecto,
lo
normal
sería
que
prescindiera
de
muchos
de
los
genes
cuya
expresión
sería
necesaria
en
circunstancias
ambientales
imprevisibles.
Por
lo
tanto,
la
bacteria
recibía
nutrientes
esenciales
por
parte
de
su
hospedador.
Pero:
¿qué
le
suministraba
la
bacteria?
Pues
precisamente
una
serie
de
aminoácidos,
esenciales
también,
que
aquel
no
podía
obtener
de
su
dieta
habitual.
Un
caso
de
simbiosis
mutualista,
tanto,
que
uno
ya
no
puede
vivir
sin
el
otro.
Por
lo
tanto:
¿qué
mejor
que
buscar
recursos
para
secuenciar,
al
menos,
ese
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